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“La oruga no sabe que dentro lleva una mariposa”: Blanca Mery Sánchez

Desde las neurociencias y la ciencia de la felicidad, esta conferencista colombiana ofrece claves para navegar en la tormenta.
Blanca Mery Sánchez dando una conferencia desde Colombia.

En la tormenta, los marineros usan su voluntad y experiencia; reconocen las condiciones de la lluvia, el viento y la marea, y son sensibles a las luces de los faros y las estrellas para corregir el rumbo. Hoy, cuando sentimos que los barcos personal, social y ecológico se encuentran frente diversas adversidades, se requiere una integración de diversas estrategias y la escucha profunda de quienes han conducido sus vidas como marineros. 

Este es el caso de la neurocoach, conferencista y escritora colombiana Blanca Mery Sánchez, quien ha girado el timón de su vida en diversas oportunidades, para corregir direcciones y emprender rumbos nuevos. Las rutas han variado, pero sus motivaciones han permanecido intactas: comprender la conducta humana, crecer personalmente a través de la práctica continua y servir a otros a través de la inspiración.

Blanca Mery es la fundadora de la organización Mente Sana y autora del libro Cerebro productivo. Ha sido conferencista en más de nueve países y ofrecido formaciones en empresas como Standard & Poor’s, Oracle y Grupo Bolívar, entre otras. Además es colaboradora habitual de medios de comunicación en Latinoamérica. Entre otras formaciones, estudió un máster en neurociencia aplicada al alto rendimiento y felicidad en la Universidad de Valencia, una certificación en Terapia Racional Emotiva y un entrenamiento en neuromanagement y neuroliderazgo.

En esta entrevista, se mezclan los conocimientos neurocerebrales, las metáforas, los mecanismos psicológicos del cambio, la claridad pedagógica y el humor. Una oportunidad para conocer a la mujer, la profesional y el ser humano que frente a la adversidad encuentra un camino para ampliar y elevar sus potencialidades. 

Ishwara: Parafraseando al escritor inglés sobre temas educativos Ken Robinson, en la vida vamos improvisando, doblando en las esquinas, y así nos encontramos con aquello que queremos ser. ¿Si pudieras ver tu trayectoria en retrospectiva, qué giros hiciste para ir descubriendo tu profesión y vocación?

La búsqueda comenzó a los diecisiete años. Había tenido curiosidad sobre qué nos hace humanos y qué nos hace mejores. Era apasionada por la lectura y cuando tuve que tomar la decisión de qué carrera profesional estudiar escogí Trabajo Social, porque integraba la psicología, la antropología y la sociología. Terminé mi carrera y comencé a trabajar en el tema de adicciones. Mi primera especialización fue en adicciones en la Universidad Complutense de Madrid, porque quería comprender qué nos seduce como seres humanos. Después, me encontré con la Terapia Racional Emotiva Conductual (TREC) y tuve el privilegio de formarme con el Dr. Albert Ellis, su creador. Él era exigente, aprendí mucho de él y lamentablemente falleció dos días después de haber firmado los diplomas de la formación. La importancia de esta terapia radica en que nos ayuda a entender qué pensamos, sentimos y hacemos, y a partir de esta comprensión nos guía a reestructurarlo. El doctor Ellis diseñó un método científico para poder cambiar las  creencias limitadoras de nuestra la mente. Luego, encontré en el coaching, en especial el corporativo, una herramienta para complementar esta terapia y mis formaciones previas.

Hasta este punto todo iba bien, pero entonces viví un divorcio doloroso. Estaba muy estresada y hasta se me caía el pelo. Supe que debía actuar para manejar el estrés y en esa búsqueda encontré el mindfulness (atención plena). Esta práctica me ayudó a volver a la calma y a encontrar un espacio en mi mente para estar conmigo misma. 

En este punto, quise comprender esa relación entre mente y cerebro, y entonces cursé un Máster en Neurociencia Aplicada al Alto Rendimiento y la Felicidad de la Universidad de Valencia, y un entrenamiento en Neuromanagement y Neuroliderazgo del Instituto Braidot de Buenos Aires. Toda esta aventura la he vivido durante los once años que lleva en funcionamiento Mente Sana. 

He encontrado que el propósito de esta exploración ha sido entender aquello que nos hace humanos y cómo podemos ser mejores. Pero no mejores en cuanto a títulos o posesiones, sino mejores para aportarle al mundo. Además de este recorrido, una de las sorpresas de la vida fue reencontrarme con  un compañero de estudio de Trabajo Social, enamorarme y volverme a casar.

Uso el término felicidad con mucho cuidado, prefiero ‘bienestar’ porque nos invita al ‘bien-ser’ para el ‘bien-estar’. La felicidad se convirtió en un tema light,  pero su importancia requiere estudio y análisis.

Ishwara: Tienes reconocimiento en diversos ámbitos, pero tu voz resuena especialmente en los encuentros de psicología positiva y felicidad. El término ‘felicidad’ es sin embargo problemático, especialmente por el uso comercial que se le ha dado y sus múltiples acepciones. ¿Cómo asumes ese término y cómo lo vives hoy? 

Primero es importante marcar una diferencia entre la industria de la felicidad y la ciencia de la felicidad. La industria de la felicidad es el aparato comercial que ofrece productos y experiencias con mensajes positivos del estilo “hoy puede ser el mejor día de tu vida”. Las tazas, las camisetas o las caritas felices son parte de esta industria. Por otra parte, la ciencia de la felicidad es la búsqueda, a través de métodos científicos, de las condiciones que nos brindan bienestar. A través de ella podemos comprender que la vida tiene matices y todos son necesarios. Por ejemplo, no hay emociones positivas y negativas, hay emociones, porque sin lo negro no reconocemos lo blanco, sin la oscuridad no encontramos la luz.

Segundo, uso el término felicidad con mucho cuidado, prefiero ‘bienestar’ porque nos invita al “bien-ser para el bien-estar”. La felicidad se convirtió en un tema light,  pero su importancia requiere estudio y análisis. En nombre de la felicidad se ha hecho mucho daño y las personas gastan tiempo y dinero en busca de una promesa de felicidad rápida y permanente. Sin embargo, se ha demostrado que con acciones pequeñas y constantes es posible transformar nuestras vidas. Podemos ‘recablear’ el cerebro, modificar la forma como interactuamos con otros e impactar en el mundo. Me gusta el concepto de “bien-ser para el bien-estar”, porque si me siento bien conmigo, crezco y voy a estar bien con otros. 

Libro Cerebro Productivo Tercera Edición.

 
Ishwara: Siguiendo con los términos, dentro de la ciencia de la felicidad aparecen dos cualidades que podríamos ubicar dentro las más recientes olas de la psicología positiva: la ‘agilidad emocional’ y la ‘resiliencia’, ¿qué entiendes por estas palabras y qué pequeños pasos contribuyen a su desarrollo?

Justamente estos dos términos son parte de mi más reciente libro, que saldrá el próximo mes y cuyo título provisional es Resilientes. Al comienzo de la pandemia estaba escribiendo un texto sobre la presidencia ejecutiva, orientado al sector corporativo. Pero ante la magnitud de la crisis, me dije: “Las personas necesitan otro mensaje, buscan herramientas que les ayuden a seguir avanzando en medio de esta situación compleja”. Mi primer libro fue Cerebro productivo y lo escribí en dos años y medio. Este libro que lanzaré pronto lo escribí en un mes. Comenzaba a escribir a las cinco de la mañana y terminaba a las siete de la noche; no hubo domingos ni días feriados. Escribí con la necesidad de sacarlo de mí, pues sentía que ya estaba adentro y sólo necesitaba tener el espacio. 

Ahora, ¿cómo entiendo el término agilidad emocional? Como esa capacidad que tenemos de procesar las emociones de una manera más consciente desde el triple sistema de respuesta: lo que siento, pienso y hago. Por ejemplo, estamos en una reunión y el resultado es negativo. Salimos y tenemos la oportunidad de reducir el impacto de la amígdala en nuestro cerebro. Es decir, de no dejar que nos secuestre y en consecuencia generar una ‘resaca emocional’. Podemos parar y revisar la situación. Utilizo esta frase con frecuencia: “A veces se gana y a veces se aprende”, pero para aprender debemos ser intencionales y preguntarnos: “De esta situación adversa, difícil o compleja, ¿cuál es la lección para aprender?, ¿necesito prepararme mejor?, ¿debo comunicarme de una manera más eficaz? O ¿necesito bajar la intensidad y las emociones antes de ir?” Lo importante es obtener un aprendizaje. 

Después de obtener esa lección, podemos hacer una pausa, respirar de manera consciente, beber agua, cambiar los neurotransmisores y de esta forma seguir teniendo un buen día. ¿Por qué esta práctica es tan importante? Porque si nos vamos a dormir y no hemos hecho una reestructuración de las experiencias adversas, nuestro cerebro las va a grabar como una alerta.  En consecuencia, cuando nos encontremos en una situación similar se encenderán las señales de alarma, tendremos una conducta inadecuada, reforzaremos la creencia y el esquema negativo. 

¿Cuál es el antídoto? Reestructurar la red neuronal, activar el lóbulo frontal en el hemisferio izquierdo y reducir la actividad de la amígdala. Esto se logra enfocándose en la calma, asumiendo el control de la situación y evitando ser ‘asiliente’. En ese momento nos convertimos en ‘resilientes’

Cuando hablamos de la resiliencia considero que se ha abordado poco el término ‘asiliencia’ y es necesario ponerlo en escena. Uso la metáfora de Rapunzel para ilustrarlo. Ella está en el castillo diciendo: “Nadie me salva, no sirvo para nada, soy una inútil, sálvenme todos”. No toma decisiones y es incompetente para resolver problemas. Por el contrario, cuando se es resiliente se florece en medio de la adversidad. Somos como una flor de loto: crece en el lodo, se demora siete años para salir a la superficie, pero cuando florece es una hermosa criatura. Hay una frase con la que comienzo mi libro: “La oruga no sabe que dentro lleva una mariposa”. 

No me gusta la palabra crisis, prefiero adversidad. Con la primera, considero que el cerebro se paraliza, se eleva el cortisol y no somos capaces de ver más allá. Cuando decimos adversidad, pueden haber posibilidades, es posible activar la plasticidad neuronal y encontrar nuevas maneras de hacer las cosas. Se trata de hacer un alto para ser mejores, florecer en medio de la adversidad, aportar, unirnos y darnos cuenta de que cuando somos resilientes hay mucha más actividad en nuestro cerebro. Nos ayuda a darnos cuenta de que ser fuertes emocionalmente no es un rasgo de personalidad, sino que es una habilidad y como tal podemos desarrollarla.

Así como nos esforzamos por ganar dinero, deberíamos ampliar nuestro capital psicológico positivo. Es decir, las estrategias de afrontamiento y las herramientas de fortaleza emocional, que nos ayuden a transitar las situaciones adversas más rápido.  

Ishwara: En diferentes espacios, específicamente corporativos, compartes el concepto de “capital psicológico positivo”. ¿Qué es y por qué es importante comenzar a visibilizarlo a la par de los otros capitales que conocemos?

Primero, quisiera decir que este tipo de capital está enfocado en valorar el optimismo y la esperanza. Sin embargo, no se trata de un ‘optimismo pink, que en medio de una pandemia, por ejemplo, niega la gravedad de la situación. Por el contrario, se trata de un optimismo inteligente, que nos ayuda a ver oportunidades en medio de todo, nos activa el sistema reticular y nos dice: “No se centren en todo lo que va mal y ayúdenme a encontrar oportunidades”.

Segundo, sostengo que así como nos esforzamos por ganar dinero, deberíamos ampliar nuestro capital psicológico positivo. Es decir, las estrategias de afrontamiento y las herramientas de fortaleza emocional, que nos ayuden a transitar las situaciones adversas más rápido. De esa forma, convertiremos el estrés negativo (“distrés”) en “eustrés”, para que pasemos de sentirnos paralizados, bloqueados o víctimas, a buscar propuestas y soluciones. 

Ahora bien, este capital tiene cuatro componentes: el primero es el optimismo inteligente, que consiste en darse cuenta de que en el camino hay dificultades, pero también oportunidades. El segundo es la autoeficacia, una palabra que viene a remplazar el término “autoestima”. Porque este último nos pone un valor por lo que hacemos, cuando por el solo hecho de estar vivos ya somos valiosos. Por el contrario, la autoeficacia propone un diagnóstico de todos los matices que nos hacen humanos. Podemos afirmar que somos eficaces en el nivel laboral, pero quizá necesitamos desarrollarnos más en los niveles espiritual, social o familiar. Esta mirada permite continuar creciendo y en esta misión soy amante de los micropasos.

El tercero es la esperanza y está relacionada con la plasticidad neuronal de nuestro cerebro. Estamos orientados hacia una meta, pero a veces encontramos que no vamos por el rumbo correcto. Entonces nos detenemos y consideramos alternativas. Este proceso de pausa y análisis de opciones amplía nuestro cerebro y revela oportunidades. 

Y el cuarto componente es la resiliencia, que como hemos explicado consiste en la fortaleza emocional para asumir las adversidades. Las empresas que han invertido tanto en la industria de la felicidad en ocasiones pueden tener toboganes, videojuegos y entretenimiento, pero es posible que no se estén haciendo las siguientes preguntas: ¿Cómo está su gente?, ¿cómo están manejando la ansiedad? o ¿están preparados para sentirse abrumados y salir de la tormenta sin estar emocionalmente agotados? Sentir alegría es importante, pero no es suficiente

Estos cuatro componentes están entrelazados unos con los otros. Cuando somos optimistas surge la esperanza y cuando tenemos esperanza somos más fuerte ante las dificultades. Si cada uno trabaja su capital psicológico, cuando nos encontremos con otros podremos retroalimentarnos. Nuestras neuronas espejo intercambian de una manera fantástica los estímulos positivos y esto eleva nuestro bienestar.

Ishwara: En relación con este efecto contagio y el propósito de expandir el capital psicológico positivo, ¿cómo surge Mente Sana y cuál es tu gran sueño?

En mi vida personal decidí no tener hijos. Mente Sana es mi hijo, tiene once años y nació desde un sentir de mi corazón. Anteriormente, trabajaba con una empresa del Gobierno, veía con frecuencia cómo se acababan los recursos y las personas quedaban abandonadas. En ese momento, decidí que quería ayudar a las personas a ser una mejor versión de ellas mismas y sentirse bien. Una madrugada, me desperté y dije: “Quiero hacer una empresa que se llame Mente Sana y deseo que sea una empresa que ayude a la gente a liberar su potencial”. El sueño nació y ya tenía nombre (risas). 

Me encanta el tema creatividad y ofrezco un curso para la Universidad de Rosario de Bogotá. Lo hago porque siento que soy creativa: pinto, entrené karate por veinte años, leo, dibujo y constantemente me asigno tareas personales. Mi gran sueño es poder tener muchos embajadores de Mente Sana en muchas partes, personas que realmente conecten. Hay un libro de Daniel Goleman sobre el Dalai Lama titulado   Una fuerza para el bien. Mi sueño es que Mente Sana sea una fuerza para el bien. Es decir, busco que cuando las personas pasen por nuestros programas salgan inspiradas para ser una fuerza para el bien donde estén, en sus familias, trabajos y comunidades. Ahora, durante la pandemia y la cuarentena, activé a mis psicólogos y colaboradores para apoyar a las personas en sus procesos. He hecho más de trescientos vivos en redes, entrenamientos virtuales y acompañamientos.

Fotos: Cortesía de la entrevistada.

Director de Hojas de Inspiración. Director de Proyectos de la Fundación <a…

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