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Ronald Sistek: Agricultura regenerativa para la sustentabilidad

Este innovador social chileno comparte sus experiencias de sustentabilidad, colaboración y regeneración.
Ronald Sistek dando charla en TEDx.

Acercarse a la complejidad del mundo y a los desafíos propios de esta pandemia requiere no sólo conocimientos técnicos o científicos sobre los nuevos avances, sino también una comprensión sobre las conexiones desde lo humano. Una mirada más amplia podría abrir caminos para relacionarnos mejor entre nosotros y con la naturaleza, al considerar todas las partes y conexiones de este gran ecosistema, que llamamos planeta. 

Por esta necesidad de expansión de los mapas de comprensión es que figuras notables como Ronald Sistek son fundamentales. Su formación académica, su capacidad autodidacta, su aprendizaje para la facilitación de procesos autogestivos y su compromiso moral con la regeneración son facultades que le otorgan la lucidez para explicar y actuar en la complejidad, en términos de sistemas vivos.

Nació en Chile, se formó como Constructor Civil y adelantó una Maestría en Administración y Gestión de Desarrollos Inmobiliarios. El camino despejado para el crecimiento de su profesión se vio obstruido por una crisis económica. Fue el tiempo de hacerse preguntas y de iniciar una búsqueda por otras formas de relacionarse con otros y construir desde lo humano. Desde hace una década, Ronald ha profundizado  en metodologías de aprendizaje transformativo para adultos y en manejo de proyectos con enfoque regenerativo. Es facilitador de procesos humanos en colectivos y organizaciones; acompañante en Transformación Cultural, y administrador de proyectos a través de CO Consulting Group y Círculo de Apoyo para Proyectos Regenerativos. En la actualidad, Ronald se desempeña como Director Ejecutivo de La Tonada (agricultura y ganadería regenerativa) y de Aldea Nativa (un retail de productos naturales y orgánicos). Además es investigador y profesor en la Universidad Austral de Chile, en las áreas de colaboración, complejidad aplicada y regeneración ecosocial desde el Centro de Emprendizaje. 

Escuchando y estudiando con Ronald aprendí a interpretar esa necesidad de balance entre nuestra humanidad, la naturaleza y los resultados que queremos obtener, con una mirada hacia el futuro dejando un legado para las futuras generaciones. Es más, Ronald me ayudó a recordar aquel Gran Olvido, que somos naturaleza y necesitamos hacernos conscientes de esta realidad en toda su dimensión. En medio de esta pandemia, los caminos de pensamiento y acción que este pensador nos propone ofrecen un optimismo informado sobre las posibilidades de construcción de lo nuevo.

Ronald Sistek: Un futuro de interdependencia y regeneración.

Stevens Aballay: Cuando uno lee tu biografía, dice que cursaste un “Doctorado Autogestionado” ¿Cómo podrías definir esta formación y cuáles son los resultados que obtuviste?

Ronald Sistek: Hubo un momento en mi vida cuando empecé a cuestionar prácticamente todo.  Y una gran parte del fundamento de ese cuestionamiento surgió por la experiencia de una especie de dolor por el mundo. Me sentía mal con lo que estaba haciendo, me sentía incompleto, encapsulado en un sistema de creencias muy limitado. Entonces decidí volver a estudiar.

A los treinta y nueve años, empecé a buscar doctorados, pero en esa búsqueda no encontré ninguno que tuviera posibilidades holísticas de aproximación a las temáticas. Por el contrario, era la especificidad de contenidos muy interesantes lo que me generaba la sensación de estar atrapado. Pensé que podía ser un buen comienzo aprender nuevas temáticas que me hicieran sentido. Bajo esa premisa, comencé un curso de Permacultura., que terminó el 27 de febrero de 2010, justo cuando ocurrió el terremoto en Chile. Estos dos hechos despertaron en mí un entendimiento sobre la resiliencia humana y la sustentabilidad aplicada, que me modificaron totalmente.

Un segundo paso fue la exploración de la metodología Dragon Dreaming en España inicialmente, luego en Brasil. Esta formación fue el comienzo de una práctica de irme una semana al mes a alguna parte del mundo, para aprender de los creadores de metodologías de transformación humana. Cuando aprendía algo de alguien, siempre había otro que lo había inspirado o alguna temática que emergía. Entonces, al regresar a Chile compraba los libros de esos autores y así aparecía la siguiente necesidad. Personalmente, llamo a este proceso el “descubrimiento de la emergencia de los adyacentes posibles”. 

Esta dinámica basada en estar atento a la siguiente necesidad comenzó en el 2010 y nunca se detuvo. Por eso, cuando me preguntaron qué había estudiado en los últimos años, mi respuesta fue un “doctorado autogestionado”, donde cada temática era un mundo en sí mismo.

Pienso que hemos modificado profundamente nuestra manera de estar en el mundo al menos dos veces en los últimos 20 mil años: la primera, al pasar de cazadores-recolectores a agricultores y, la segunda, cuando comenzamos a comerciar a gran escala y nació la creencia de que podemos crecer infinitamente en un planeta finito.

En ese proceso de creación de nuevos significados, ¿cómo vivió la transición el  “Constructor Ronald”?

Siento que en realidad siempre fui bueno para soñar, y estudié una carrera más “racional y terrenal” que me sirvió para anclar. Después de haber trabajado en una empresa transnacional de construcción, comencé a desarrollar emprendimientos en distintos sectores de la construcción y generé capacidades en áreas de Dirección y Generación de Proyectos. Estudié un Magíster en Administración y Gestión de Desarrollos Inmobiliarios. En 2009, tras la gran crisis financiera, se generaron grandes pérdidas en pocos meses. Me cuestioné lo que estaba haciendo y la diversificación. Entonces, me pregunté: “¿Cómo puedo diversificar si tengo mi pensamiento muy arraigado en estos patrones que llevan paradigmas profundos de hacer dinero y negocios?”

Fue un momento de inspiración para encontrar un “ganar-ganar”, con una mirada un poco más holística. Esta fue mi primera aproximación al manejo de proyectos desde una mirada más colaborativa y participativa. Fue tan revelador entender que el ser humano está en permanente cambio e identificar las limitaciones que nos impiden colaborar realmente, que se produjo una modificación de mis sistemas de creencia.

En la transición de paradigma que necesitamos no se desecha el ciento por ciento de lo que existe, sino que vale preguntarse: ¿Qué tipo de consciencia necesitamos para poder generar una transición lo menos destructiva posible? Creo que los cambios se producen cuando el dolor de cambiar es menor que el dolor de permanecer igual, y siento que en este momento está doliendo.

En tus intervenciones hablas de un paradigma dominante y un paradigma emergente. ¿Cuál es la diferencia entre estos dos modelos y de acuerdo con ella cuál es tu visión de futuro?

Tengo la convicción profunda de que somos parte de la evolución de la naturaleza: “somos naturaleza teniendo una experiencia humana”. Si miramos la evolución del ser humano, siempre se habla de que nuestra particularidad es  nuestra consciencia, pero el “gran desperfecto” es que junto a la consciencia viene la inconsciencia, una de las grandes paradojas. Ha habido momentos de la especie cuando se modificaron sistemas profundos de creencias; por ejemplo, cuando pasamos de ser cazadores-recolectores a agricultores. Hubo grandes modificaciones en lo social, construyendo las primeras jerarquías, asociando a esas jerarquías campos sociales de miedo, suprimiendo lo femenino y desvinculándonos del mundo natural. Como resultado de ello, empezamos a buscar en el cielo las respuestas que ya no encontrábamos en la tierra. Este proceso que comenzó aproximadamente hace doce mil años nos fue llevando hacia un comportamiento donde necesitamos construir significado de todo. Ya no era suficiente participar de los ciclos naturales de la vida y la muerte, ahora era esencial intentar explicarnos muchas cosas, incluso la muerte. Esta búsqueda de significado permanente nos ha permitido aprender y avanzar, pero por otro lado, nos ha generado limitaciones y ha degenerado los ecosistemas de los cuales participamos hasta el punto de ponerlos en jaque. 

Pienso que hemos modificado profundamente nuestra manera de estar en el mundo al menos dos veces: la primera, al pasar de cazadores-recolectores a agricultores y, la segunda, cuando comenzamos a comerciar a gran escala y nació la creencia de que podemos crecer infinitamente en un planeta finito. Hoy, nos encontramos en otro proceso profundo de cambio, donde un gran número de personas se está dando cuenta de que el mundo es mucho más interconectado e interdependiente de lo que pensábamos. La pregunta es: ¿Qué necesitamos conservar de lo que hemos hecho para poder producir los cambios necesarios y dejar un mundo mejor? 

Esa es una de las inspiraciones de la paradoja con la que hay que convivir: un paradigma dominante y uno emergente. La plenitud y decadencia de un sistema de creencias, por una parte, y la emergencia de un nuevo sistema de creencias, mientras el anterior comienza a decaer, por otra. Dos situaciones que ocurren de forma simultánea. En la transición hacia el paradigma que necesitamos no se desecha el ciento por ciento de lo que existe, sino que vale preguntarse: ¿Qué tipo de consciencia necesitamos para poder generar una transición lo menos destructiva posible? Creo que los cambios se producen cuando el dolor de cambiar es menor que el dolor de permanecer igual, y siento que en este momento está doliendo.

Hojas verdes sobre un montón de hojas otoñales amarillas y naranjas.

Hablas de estos dos paradigmas y surge la pandemia Covid-19, que de cierta forma hace posible el “sueño” de quienes hablaban del paradigma emergente. Es decir: ralentizar las emisiones de carbono y la explotación, generar una pausa para el planeta, consumir lo esencial y estar en un período de retiro. En los primeros días de asilamiento surgió la celebración de este nuevo paradigma; sin embargo, existe la posibilidad de una distopía, que caminemos hacia un futuro de vigilancia y un retorno desesperado de la producción sin importar el contagio y las consecuencias ambientales. Primero, ¿cómo te encuentra, en lo personal, el Covid-19? Y, segundo, ¿qué lectura podrías hacer de esta experiencia desde los sistemas vivos? 

Siento que esta experiencia del Covid-19 es como todos los fenómenos que han sucedido en los últimos tiempos; es decir, es parte de múltiples crisis sistémicas. Hay crisis social, ambiental, sicológica y económica profundas, que se van sumando. Escucho a quienes dicen y esperan una vacuna para que volvamos a la normalidad, pero ojalá nunca volvamos a la normalidad, porque es lo más anormal que hemos creado. En lo personal, no me ha cambiado mucho la vida, me di cuenta de que he estado en “cuarentena permanente” de muchas maneras. Si bien me he desplazado menos, hace un tiempo vengo trabajando a distancia. Disfruto quedarme en mi lugar y trabajar el pedazo de tierra que tengo. Siento que el Covid-19 es la voz de la naturaleza permitiéndose hablar. 

Los virus tienen bastantes más años que los humanos y más “sabiduría” evolutiva, no se consideran sistemas vivos, sin embargo actualizan información genética en la naturaleza. Una mirada que me gusta adoptar es que la naturaleza, en su sabiduría infinita, dijo en un momento: “¡Oye, ser humano, ubícate un poco! Cortemos el escándalo por un rato a ver qué pasa”.

Hemos perdido tanta biodiversidad en el mundo natural y en nuestro propio microbioma como espejo de lo anterior, que hemos logrado que un microorganismo pueda poner en jaque a toda la especie en pocos meses, en vez de pasar desapercibido como los millones de virus que participan del aire, agua y suelo terrestres. Al mismo tiempo, hemos pasado por otras pandemias sin tener el nivel de tecnología para poder comunicarla en tiempo real, por lo que surge además la perspectiva de la profunda interdependencia.

Para mí, una herramienta fundamental es la necesidad de construir comunidad, sobre todo en contextos de complejidad alta, para poder enfrentar la incertidumbre. 

Para ese día de después, ¿cuáles serían las herramientas que puedes compartir para abonar el terreno de la economía regenerativa?

Un gran regalo que he tenido ha sido poder investigar en la Universidad y trabajar de la mano de Manfred Max Neef, en el Magíster de Desarrollo a Escala Humana y Economía Ecológica y en el Centro de Emprendizaje, donde nos permitieron crear un curso que llamamos Emprendizaje Colaborativo”. En este ámbito pudimos investigar durante cinco años cuáles son las condiciones favorables para que el ser humano pueda florecer en colaboración. Si hablamos de herramientas, la primera sería poder construir pequeñas comunidades de práctica y aprendizaje que conversen entre ellas, armando prácticas regenerativas. Para mí, una herramienta fundamental es la necesidad de construir comunidad, sobre todo en contextos de complejidad alta, para poder enfrentar la incertidumbre y compartir emociones fuertes en un lugar seguro. 

La segunda tiene que ver con un trabajo más hacia adentro, entender cuáles son las necesidades humanas fundamentales y comprender que mucho de lo que consumimos son satisfactores de necesidades más profundas, pero no son necesidades. En estas semanas de Covid-19, nos hemos dado cuenta de que necesitamos mucho menos de lo que creemos. La tercera entonces sería simplificar nuestra propia existencia, hacer nuestra vida más simple como estrategia para enfrentar la volatilidad e incertidumbre. Una cuarta herramienta tendría que ver con el desarrollo local y biorregional, como forma de volver a conectar con los ciclos que sostienen la vida en la tierra: del agua, el dióxido de carbono, el ozono, los suelos y los bosques. Estos ciclos conversan muy bien con los estudios sobre límites planetarios que están sobrepasados, de manera que hay una necesidad de volver a pensar la economía desde una mirada local, regenerativa, colaborativa y biorregional para maximizar los ciclos naturales. Es clave volver a esa mirada regional, en lugar de insistir con la globalización con subsidios de la naturaleza, de las comunidades marginales y de las futuras generaciones.

Trabajos de permacultura: personas sosteniendo tomates cherry orgánicos.

¿Cuáles son los proyectos que estás apoyando y cómo se insertan en este paradigma de desarrollo regenerativo?

Desde hace tiempo estoy pensando en la “teoría del doble loop desde el paradigma emergente. He compartido mi experiencia y metodologías  integradas con organizaciones, para co-construir lo nuevo. He estado atento a las tendencias que pueden asegurar una sustentabilidad y una regeneración real, tanto de los ecosistemas naturales como de los seres humanos. El rol de los creadores de lo nuevo es clave, pero al mismo tiempo, está el rol de los estabilizadores del sistema que está decayendo. Me di cuenta de que tenía la posibilidad de volver al sistema en ese rol estabilizador. Con la experiencia acumulada podía compartir estos conocimientos dentro del paradigma dominante, participando en empresas que tengan este sistema ético claro de la regeneración. Así empecé a hacer una intervención desde el pensamiento sistémico en un holding. Ha tenido mucho sentido el trabajo conjunto y me han pedido que me haga cargo de dos proyectos: uno de agricultura regenerativa, que tiene como propósito desarrollar el pensamiento del diseño holístico para poder regenerar praderas, y demostrar así que la agricultura y ganadería pueden ser regenerativas. Y otro es un retail de productos orgánicos en proceso de serlo, donde los dueños y las primeras líneas de son de un nivel eco-ético de primera. En lo personal, estoy desarrollando una estrategia para compartir los entendimientos de los últimos años en un programa específico lo más abierto posible. 

Me di cuenta de que tenía la posibilidad de volver al sistema en ese rol estabilizador. Con la experiencia acumulada podía compartir estos conocimientos dentro del paradigma dominante, participando en empresas que tengan este sistema ético claro de la regeneración.

Finalmente, ¿qué prácticas y lecturas recomendarías mientras transitamos este proceso de aislamiento producto de cuarentena? 

Creo que en este asilamiento social hemos entrado en un sistema del desorden. El mundo ya no es tan ordenado como el ser humano quisiera que sea. Por ello, recomiendo intentar generar cierto orden dentro del día y poder resignificar algunos hábitos. En mi caso, me despierto y escribo lo que sea que esté vivo en mí y lo releo al final del día. Es sorprendente lo que uno lee al terminar el día; tiene mucho de sanador, hay mucha descarga e incluso surgen sueños y hasta respuestas. Recomiendo también tener momentos de quietud. En mi caso, en las primeras semanas del aislamiento tenía mucho tiempo y lo invertí en agendar una reunión tras otras sin descanso. Fue un error. Es importante tomar consciencia de cómo y con quién queremos diseñar lo que se viene, haciendo una preselección sobre en qué proyectos quiero poner mi esfuerzo y cuáles ya no me generan sentido. 

En cuanto a lecturas recomendadas, estoy releyendo un libro que se llama El manual operativo para la nave tierra de Buckminster Fuller, un arquitecto que escribió este libro en los años setenta y está más vigente que nunca. Otros autores y libros pueden ser: de Joanna Macy: Esperanza Activa y Una Vida como Gaia; de Lovins y Fullertone: A Finer Future; de Morris Berman: La Historia de la Conciencia; de Jeremy Lent: A Patterning Instinct; de Byung-Chul Han: La Sociedad el Cansancio; de Thomas Berry: El Universo Sagrado; de Paulo Freire todo lo que llegue a tus manos.

Fotos: Ronald Sistek, cortesía del entrevistado. Foto 2: Patrick Hendry, y foto 3, Elaine Casap (Unsplash).

 

Ingeniero, MBA, Coach Ejecutivo y Consultor Internacional. Fundador de Triuno Consulting.…

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