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AlmaNatura, lo rural como una oportunidad de vida

Juanjo Manzano, fundador de la primera Empresa B de España, comparte un cambio de paradigma que pone en el centro a los pueblos.

Juanjo Manzano creció en el campo y pudo sentir las virtudes de la vida rural. Partió hacia la ciudad para perseguir los sueños brillantes de las urbes. Pero decidió volver y pese a las críticas redefinió su sentido del éxito. Su apuesta para encontrar un antídoto a la despoblación de los pueblos, se convirtió en “AlmaNatura”. 25 años después, la primera Empresa B de España es un ejemplo mundial de cambio social, mitigación del cambio climático e integración de sectores.

El 55 por ciento de la población vive en ciudades o zonas urbanas, y si la tendencia continúa crecerá hasta el 68 por ciento, según datos de las Naciones Unidas. Este fenómeno es superior en países como España. Las consecuencias de esta tendencia se reflejan, por un lado, en la reducción de la calidad de vida, del aire, la movilidad y la seguridad en las urbes, y por otro lado, en la despoblación, ausencia de oportunidades y descuido de la tierra en los campos. 

El español Juanjo Manzano, cofundador de AlmaNatura, vivió esta paradoja en carne propia. Nació en Arroyomolinos de León, un pequeño pueblo del sur, con una población de 950 habitantes. En este paraje de molinos de agua enmarcado en un parque natural reserva de la biosfera, Juanjo sintió el valor de la vida comunitaria, la importancia de lo local y la virtud de la sencillez. Sin embargo, la ausencia de oportunidades educativas y el mandato de un futuro económico, lo llevaron a partir hacia la ciudad. En la urbe de ritmos agitados y luces, descubrió su deseo de volver. 

Su regreso estuvo marcado por las críticas. Y esta resistencia dio a él y a su hermano las fuerzas para innovar. Veinticinco años después AlmaNatura se convirtió en la primera Empresa B o BCorp de España, y ahora es una de las organizaciones que promueven la iniciativa ciudadana “Ser B”. Además ha integrado decenas de pueblos que desean recibir nuevos habitantes, interesados en emprender en estos entornos de naturaleza y vida más sostenible. Su labor además ha expandido la manera de entender las alianzas público-privadas, para trabajar en una red que reivindique la interdependencia. En esta entrevista con Hojas de Inspiración, Juanjo Manzano nos habla de una revolución de los pequeños pasos y la simplicidad. 

Ishwara M. González: Eres originario de Arroyomolinos de León y el propósito de AlmaNatura está relacionado con el arraigo y la historia personal. ¿Cómo recuerdas tu infancia en este lugar y cuándo empiezas a sentir la tensión que te lleva a emigrar a la ciudad?

Los primeros años no vivimos en el núcleo del pueblo. Mis padres tenían un campo en una zona llamada Sierra de Jabata, un sitio aislado. Recuerdo a varias familias conviviendo, y después del trabajo en el campo las personas se juntaban para cantar y contar historias. Mi abuelo tocaba el acordeón. No había televisión ni internet, y él iba de casa en casa tocando en maravillosas veladas.

Al crecer, nos quedamos con mis abuelos en el pueblo, mientras mis padres seguían en el campo. Con los años tuve que ir a un colegio en una población más grande de cerca de 8.000 habitantes. Para el tiempo de la universidad, partí a la ciudad.

Cuando volví, muchas personas me dijeron: “Pero ¿qué haces?, ¿estás loco? Vas a perder la vida aquí en el pueblo luchando por nada, porque no vas a tener los recursos y oportunidades de quienes se quedan en la ciudad”. Incluso recuerdo que el alcalde de aquel momento me decía: “Pero, ¿qué vais a hacer?, ¿montar un proyecto aquí?, ¿para qué?”

Quedarnos en el pueblo fue enfrentarnos a todo lo establecido, a lo que nos obligaba a marcharnos. Perdimos amigos, parejas e incluso nuestros padres no nos entendían en un principio. Ahora, después de una pandemia, todo se ve diferente. Pero en aquellos tiempos, en 1997, éramos unos locos que estábamos contra el sistema y nadie nos entendía, éramos unos hippies.

Verdaderamente importaba compartir ese momento con las personas para que se abrieran e identificaran cuáles verdaderamente eran sus necesidades como población autóctona, que muchas veces no tenía la posibilidad de irse a vivir al mundo, a la ciudad.

¿Cuáles fueron esos principios que comenzaron a revolucionar y cuáles fueron sus primeras iniciativas?

Primero surgió la posibilidad de redefinir el sentido del éxito urbano. Ese éxito que se traduce en exhibir un gran coche cuando vienes al pueblo en el verano durante las fiestas. Muchos padres o madres se pavonean de sus hijos porque consiguieron un buen puesto de trabajo y vienen con un buen carro. Si nosotros nos quedábamos, no íbamos a poder lucir una vida urbana. Este punto no era una tontería, porque una gran mayoría de las personas lucen la vida. El primer enfrentamiento fue ese.

Otro de los principios que cuestionamos fue el de la cultura del alcohol en los pueblos como única opción para pasarla bien. Nos interesaban otros puntos de vista más culturales y trascendentes. Lo que hicimos –y parecería una contradicción– fue abrir un bar. Porque era el único sitio donde la gente se juntaba y donde nosotros podíamos hacer una estrategia de acercamiento a la población. Si hubiéramos creado otro tipo de espacio, probablemente no habría ido nadie, pero creamos un bar que se llamaba “El postigo”, esa ventana pequeña que se abre dentro de una puerta. Le dimos una vuelta de tuerca y creamos un espacio de conversación dentro de un bar. Vendíamos bebidas, pero con otro objetivo.

De repente, a las 2 de la mañana salía comida de todos lados; a las 5 de la mañana la gente recitaba poesía, o el domingo encontraban una exposición de un pintor local. Verdaderamente importaba compartir ese momento con las personas para que se abrieran e identificaran cuáles verdaderamente eran sus necesidades como población autóctona, que muchas veces no tenía la posibilidad de irse a vivir al mundo, a la ciudad. 

Las personas comenzaron a ver ese sitio del fin de semana como la oportunidad para salir a hacer algo diferente. Para nosotros, abrir una puerta –un postigo– hizo que surgieran otras oportunidades y pasaron cosas maravillosas para la población. Por ejemplo, evitamos que los jóvenes tuvieran que irse el fin de semana a otros pueblos más grandes o a otras ciudades. Esto, que puede parecer insignificante en una gran ciudad, aquí es clave porque pueden venir con una tasa de alcoholemia superior y tener un accidente de tráfico.

Durante ese tiempo, conseguimos un cambio de paradigma, pero fue sólo la semilla de lo que vino después. En el 2009 tuve un accidente y a comienzos de 2010 perdí a mi padre. Se sumaron una serie de acontecimientos que nos hicieron replantearnos la forma de entender nuestra vida y la manera de perseguir el propósito.

“El postigo” fue la primera iniciativa que les enseña el poder comunitario.  ¿Cuál es el siguiente paso y cómo AlmaNatura se ve obligada a redefinir su propósito? 

El proyecto del bar sólo duró un año y fue una excusa para generar conversaciones valiosas. Nuestra organización pasó por varias etapas: de ser un pequeño bar a ser una asociación local, una cooperativa. Luego nos convertimos en una organización del tercer sector, una organización sin fines de lucro y una ONG. Finalmente, nos transformamos en una empresa social cuyo propósito es la reactivación rural. Ese cambio de paradigma posible de que lo rural es una oportunidad

El equipo de trabajo creció, nuestra facturación también y teníamos alianzas con grandes organismos públicos. En el 2009 tuve un accidente y a comienzos de 2010 perdí a mi padre. Se sumaron una serie de acontecimientos que nos hicieron replantearnos la forma de entender nuestra vida y la manera de perseguir el propósito. Decidimos unirnos a una comunidad de aprendizaje de organizaciones-empresas de todo el mundo, en Bilbao, una especie de comunidad en donde trabajamos con una metodología finlandesa de liderazgo emprendedor

AlmaNatura no pudo cerrar porque teníamos todavía aliados y clientes que seguían trabajando en el medio rural, pero sí nos dimos un espacio de tiempo. Además teníamos pocos recursos económicos, pues la crisis de 2008 había llegado a Europa. Las tres oficinas de entonces se convirtieron en una sola, y de un equipo de trabajo de entre 25 y 50 personas, pasamos a tres, entre quienes estaban mi compañera, Conce Macías –precursora de la nueva AlmaNatura–, y mi hermano Israel, socio fundador. Nuestro asesor fiscal nos dijo: ”Estáis en concurso de acreedores, AlmaNatura tiene que cerrar”.

La sorpresa fue que de repente nos convertimos en la primera empresa certificada española y en la tercera europea. Eso hizo que muchas empresas y organizaciones latinoamericanas se conectaran con nosotros. Fue como encender la bombillita.

En medio de esa crisis económica, organizacional y personal, ¿cómo ocurre el encuentro con los movimientos BCorp y Sistema B?

Justo en ese momento de entrar más en lo más profundo de la ciénaga, conocimos a esta comunidad de aprendizaje y entendimos que nosotros éramos más que un proyecto de emprendimiento. Perseguimos una trascendencia, para transformar el sentido de vida de lo rural. Nos permitimos el lujo de replantearnos y aprendimos que existía otra lógica de hacer negocios: Las Empresas B y el modelo BCorp, que no existía en España en ese momento. Teníamos una conexión con la organización Change.org, una certificada BCorp, pero nadie conocía nada. Eventualmente, contactamos al Director, optamos por la posibilidad de certificarnos y entrar en el movimiento de Empresas B. La sorpresa fue que de repente nos convertimos en la primera empresa certificada española y en la tercera europea. Eso hizo que muchas empresas y organizaciones latinoamericanas se conectaran con nosotros. Fue como encender la bombillita.

Recuerdo que tuvimos conversaciones con universidades y partidos políticos de España en el 2013, cuando nos certificamos, y nos dijeron: “Qué hace una empresa tan pequeña como la vuestra, en un entorno rural, convirtiéndose en una BCorp, en una Empresa B”.

No entendían que allí pudiera haber valor. Ofrecí más de setenta conferencias en universidades españolas, los partidos políticos estuvieron muy interesados en la nueva lógica y empezamos a descubrir el Movimiento.

Fue mágico reconocernos en otras organizaciones de otras partes del mundo. Por ejemplo, en Chile recuerdo estar con una organización que trabaja con chicos “ni-nis” – jóvenes que no trabajan ni estudian– y reconocernos en su afán de cambiar el paradigma. En su caso, la educación; en el nuestro, lo rural. 

Recuerdo a Pedro Tarak, nos quedamos en Buenos Aires en su casa y me decía: “Juanjo, prepárate para la magia, porque todo va a comenzar, justo ahora va a comenzar”. Dimos con un cambio de paradigma que te permite identificar lo rural como una oportunidad de vida.

Con la despoblación, el bosque comienza a ser abandonado, y comienza a haber un problema de incendios, de falta de alimentos y un claro desequilibrio entre lo que se consume en las grandes ciudades y lo que se produce en el medio rural.

El movimiento de lo rural a la ciudad es distinto en Latinoamérica, pero también hay similitudes macro sobre todo en términos ambientales. ¿Puedes darnos tu perspectiva sobre las causas y consecuencias del despoblamiento en España?

En España, casi el 85% de la población vive en una gran ciudad y en las próximas décadas llegaremos al 90% de la población, Es decir, de casi 8.300 pueblos en España, de menos de 10.000 habitantes que se dedican a agricultura y ganadería, casi 5.000 ya tienen menos de 1.000 habitantes y cada año pierden población porque no hay reemplazo generacional. Con lo cual el bosque comienza a ser abandonado, y comienza a haber un problema de incendios, de falta de alimentos y un claro desequilibrio entre lo que se consume en las grandes ciudades y lo que se produce en el medio rural. 

España cuenta con despoblación, pero en Latinoamérica también tenéis el mismo problema. En Santiago de Chile, por ejemplo, se concentra más del 50% de la población de Chile. Sin embargo hay comunidades como Puerto Montt y Frutillar, bien al sur chileno, que luchan precisamente por que sucedan cosas interesantes y que no todo pase por Santiago.En España, además, desde un punto de vista psicológico, los padres han expulsado a muchos hijos y a hijas del medio rural porque no querían que sus hijos vivieran las mismas calamidades que han vivido sus abuelos y sus padres. Hacer ese cambio de paradigma, ver  al pueblo como una oportunidad, necesita de tiempo, necesita de pedagogía, necesita de vivir vidas más sencillas. Siempre digo que cuando voy a la ciudad, en tres días utilizo más ropa que en un mes viviendo en un pueblo. En la ciudad necesitas una ropa más elegante, o la cambias cuando vas a un evento. Cada vez que se consume más ropa, el mundo tiene un problema porque para hacer un pantalón vaquero necesitamos miles de litros de agua.

El mundo rural es un tesoro de la sostenibilidad. Atesora los valores de una vida mucho más sostenible. La economía circular es lo normal, al igual que el reciclaje y la reutilización. Mi madre no sabe nada de economía circular, pero sabe que cuando hay desperdicios en la mesa, ese desperdicio se lo comen las gallinas, es decir, no lo tira a la basura. Durante la pandemia, mucha gente ha vuelto al mundo rural, porque el mundo urbano era demasiado, te daba demasiadas bofetadas con todo lo que estábamos viviendo. El problema es que la pandemia mejora y la gente vuelve pero, ¿y por qué vuelve? porque seguimos viendo el mundo urbano como el único sitio donde hay oportunidades, no sólo de empleo, sino también culturales.

El trabajo ahora es hacer a lo rural atractivo para vivir en plenitud. A veces, en el centro de una capital como Madrid, puedes encontrar un kilo de garbanzos a granel y en mi pueblo no, porque los pueblos se han querido parecer a las ciudades, entonces han perdido el norte y de repente sólo venden garbanzos envasados en plástico. Hacen falta muchísimas más personas que luchen a favor de que se puede vivir bien en el entorno rural. Queda mucho para cambiar de paradigma.

Háblanos sobre las iniciativas “HolaPueblo” y la iniciativa “Gira mujeres”.

En “HolaPueblo” trabajamos en cuatro líneas que ayudan a que los municipios no desaparezcan: educación, salud, uso de la tecnología y mejora del empleo. Lo que hacemos es responder al Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) número 17 –Alianzas para lograr los objetivos–, donde cada uno pone una parte. En cada uno de esos proyectos, en esa alianza público-privada, damos respuesta a los retos del futuro.

“HolaPueblo” persigue retornar al talento emprendedor de la ciudad al campo. Durante años, los pequeños ayuntamientos se obsesionaron con atraer talentos, un poco lo hacían regalando vivienda y dando trabajo. Salía en la prensa un anuncio que decía “te damos una casa por un euro”, pero muchas de esas personas luego no sabían “vivir del pueblo” y se generaba un conflicto entre autóctonos y personas que repoblaban el municipio.

La gente del pueblo tiene recursos para subsistir pero no para regalar, evidentemente. Y eso generó un conflicto. El proyecto “HolaPueblo” es un cambio de paradigma que atrae y ayuda a seleccionar una población, para que las personas puedan desarrollar un estilo de vida acorde con su familia, pero con una idea de negocios con la que poder vivir en ese pueblo. 

Por ejemplo, este año han llegado dos familias a Arroyomolinos de León. Una es de cordobeses de Argentina. Ella ha trabajado en la Patagonia como educadora ambiental y él es profesor de arte en la universidad de Córdoba. Se han establecido en este pequeño pueblo y han creado una escuela de arte para trabajar la creatividad y también organizar estancias para artistas que vienen de otras partes del mundo.

Se ha abierto una oportunidad, una ventana para todas estas mujeres y se han convertido en protagonistas de sus familias y generado un puesto de trabajo.

Por su parte, el proyecto “Gira Mujeres” trabaja con la mujer rural, que en muchos casos ha estado a la sombra de su marido. Lo que hacemos es empoderarlas a través de sesiones de trabajo comunitario, y en ese empoderamiento les ofrecemos la oportunidad de emprender. En los últimos cinco años hemos atendido y ayudado a empoderar a más de 9.000 mujeres y hemos pasado por más de 600 pueblos de toda la geografía española.

Lo hacemos en alianza público-privada; es decir, los ayuntamientos de estos pequeños pueblos identifican a las mujeres, y nosotros, gracias a fondos de Coca Cola, ofrecemos los servicios de manera gratuita. Se ha abierto una oportunidad, una ventana para todas estas mujeres y se han convertido en protagonistas de sus familias.

La pandemia nos ha traído emergentes y sorpresas que nos vuelven a inspirar. ¿Qué está inspirando a AlmaNatura y a Juanjo Manzano?

La pandemia ha traído la posibilidad de tener conversaciones con alcaldes que nunca habían hecho una videollamada. Nos ha permitido acelerar nuestro impacto. Ha acelerado el uso de la tecnología y la ha democratizado a unos niveles que antes no estábamos acostumbrados. Teníamos que hacer desplazamientos de miles de kilómetros al año. Nos ha permitido ser más sostenibles y esto lo hemos visto en la reducción de nuestra huella de carbono, que medimos continuamente. Pero lo que más me ha inspirado es identificar que nuestras vulnerabilidades son nuestras mayores fortalezas

Aquello que nos hace vulnerables y diferentes de alguna forma es nuestra gran oportunidad. Hacen falta más personas que muestren esa humanidad, hace falta no tener miedo de tener miedo. Hace falta mostrar nuestro miedo, porque precisamente ahí reducimos las barreras y de repente se generan conversaciones válidas muy poderosas.

Expusimos cada vez más, hasta unos niveles extenuantes, que éramos del mundo rural. Lo anterior pese a que incluso en el ámbito personal recibimos críticas y burlas. Hemos tenido que enfrentarlo y creo que ese es el cambio que inspira a más gente a dar el paso de marcharse a un sitio más sencillo, más simple.

*Esta entrevista fue posible gracias a la generosa red tejida por Natalia Meroño Campillo.

Créditos fotográficos: Cortesía de AlmaNatura.

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