Volver a conectar y encontrar la simplicidad

Víctor Mochkofsky dando clase para Sistema B.
Toda la Naturaleza es la criatura a mi cuidado,
yo soy su lucha y el reposo eterno;
el gozo del mundo fluye vibrante en mí, llevo
el dolor de millones en mi pecho solitario.
Sri Aurobindo, verso del poema Consciencia Cósmica

Los dos tienen huerta, usan metáforas de la naturaleza para explicar su quehacer y son apasionados de la conversación. En distintos momentos de sus vidas han sido emprendedores, empresarios, servidores públicos, conferencistas, profesores y viajeros. Uno es de Córdoba y el otro de Mendoza. Se conocieron en un un café en Córdoba en el año 2016 y los unió el rol de desarrollar comunidad. Comparten la pasión por la aventura de las relaciones nuevas y le otorgan cada vez más importancia a los lenguajes para unir diferencias.

Víctor Mochkofsky es cordobés. Se define como creador de espacios de encuentro y colaboración para agentes de cambio. Estudió Diseño Gráfico, fue muralista y su pasión es la jardinería. Es miembro del Directorio de Sistema B Argentina. Co-fundador del PINE (Programa de Introducción a Nuevas Economías), de la Escuela de Agentes de Cambio de Córdoba, de Latinoamérica Regenera y del Espacio Abasto, entre otros emprendimientos. Es Facilitador, orador y profesor universitario en temáticas de innovación en sustentabilidad y nuevas economías. 

Guillermo Navarro Sánz, más conocido como el “Negro”, nació en Mendoza. Estudió Administración de Empresas, es amante de la bicicleta y ha dedicado periodos de su vida a la fotografía. Es el Coordinador del Laboratorio de Innovación en Ecosistemas Colaborativos UNCULAB de la Universidad Nacional de Cuyo y es Responsible Leader de la Fundación BMW. Fue Director de Innovación y Desarrollo Sostenible de la Provincia de Mendoza, cocreador del Encuentro Global +B de Sistema B en el 2019 y actualmente coordina en Mendoza la iniciativa para emprendedores Mayma.

Desde Hojas de Inspiración quisimos dialogar con estos dos amigos, innovadores sociales y referentes latinoamericanos del ecosistema de los agentes de cambio. Indagamos sobre sus transformaciones durante el COVID-19, sus cuestionamientos a la figura del líder y los aprendizajes de la conversación profunda. 

Ishwara: Las crisis evidenciadas por la pandemia nos han confrontado con nuestras profundidades, incomodidades y sentidos hondos. ¿Qué claridades han comenzado a emerger y qué ha quedado atrás?

Víctor Mochkofsky: Por una parte, en este tiempo ha aparecido una mayor claridad sobre mi rol y esto ha implicado un acto de “soltar el peso de estructuras”. Entender que mi ser ahora está más relacionado con la energía del crear que con la del sostener. En concreto, esta reflexión fue una de las múltiples razones que me llevaron al cierre de Espacio Abasto, la entrega del lugar donde funcionaba y la disolución del equipo. Descubrí que en este momento mi llamado no era el de ser un empresario que genera el flujo de fondos y vende servicios. Este rol fue importante como aprendizaje y “compost” para este instante, pero hoy siento que quiero trabajar más liviano

Por otra parte, en esta vocación de conector he descubierto que me siento más a gusto trabajando de forma “promiscua” (risas). Es decir, no construyendo un equipo fijo, sino generando red. Buscando experiencias, proyectos y equipos con bordes difusos y dispuestos a vivir una libertad creativa. Con la pausa de la pandemia, comencé a establecer conversaciones profundas con personas de diversas latitudes, como por ejemplo Pablo Villoch de Glocalminds, para preguntarles sobre sus maneras de trabajar y de soltar estructuras. Descubrí las posibilidades de actuar con mayor liviandad, de forma asociativa, donde se elijan los proyectos y las personas escojan trabajar con uno.


Víctor Mochkofsky, intervención en el Día de la Mujer Emprendedora (WED Women`s Entrepreneurship Day). Córdoba, 2019.

Ishwara: Por su inusitada extensión e incertidumbre, la emergencia sanitaria nos ha llevado a vivir diferentes “estaciones”, emocionales y laborales. ¿Podrían identificar estos estadios?

Víctor Mochkofsky: Tuve cuatro etapas de la pandemia. La primera, me encontró cuando llegué a un retiro de Art of Hosting en Costa Rica, en el medio de un bosque nuboso y acompañado de otras diecinueve personas, que como yo buscaban conectar apartados del mundo. La conversación comenzó con el tema del COVID-19 y la pregunta sobre si iba a haber contacto físico, decíamos: “¿Nos vamos a dar abrazos?” Justo así empezó un encuentro centrado en la conexión. 

Una segunda etapa ocurrió con la odisea de volver a Córdoba, pues los vuelos estaban restringidos. Comencé a sentir ansiedad por no saber si iba a poder regresar y en ese escenario me cuestioné sobre mi forma de transitar la incertidumbre. Entonces pensé que si alguien como yo, con los privilegios y las oportunidades, experimentaba estas emociones con tanta intensidad, cómo sería la realidad de quienes verían su trabajo y su posibilidad de subsistir en riesgo. Esta reflexión me ayudó a centrarme y conectarme con un principio de realidad.

Una tercera estación sucedió con mi regreso a Córdoba. En ese instante comenzaron las preguntas profundas: ¿La humanidad aprenderá de todo esto? A ello, se sumó una etapa de oscuridad donde el soltar se puso en el centro de la escena: con mi socio hicimos frente a las deudas, al final de la empresa y a la disolución de vínculos laborales. 

La última estación la estoy viviendo ahora, con el disfrute de lo que está viniendo, el entusiasmo con los proyectos nuevos y las conversaciones profundas. En esta última etapa, he estado teniendo conversaciones con nueve personas de Latinoamérica sobre diferentes temas y uno de ellos es el valor de “les conectores”.

“En el reino de los hongos, algunas especies están conectadas por filamentos subterráneos llamados micelios, que regulan la nutrición, abarcan cientos de kilómetros y contribuyen a la sanación del suelo. Siento que esta metáfora refleja el papel del conector y de algunos de los movimientos que están surgiendo en este contexto de pandemia.”. Guillermo Navarro

Guillermo Navarro: Sobre este tiempo, se me viene a la mente la siguiente historia budista del Libro tibetano de la vida y la muerte, de Sogyal Rimpoché: 

[mk_highlight text=”1. Bajo por la calle. Hay un hoyo profundo en la acera. Me caigo dentro. Estoy perdido… me siento impotente. No es culpa mía. Tardo una eternidad en salir de él.
2. Bajo por la misma calle. Hay un hoyo profundo en la acera: Finjo no verlo. Vuelvo a caer dentro. No puedo creer que esté en el mismo lugar. Pero no es culpa mía. Todavía me lleva mucho tiempo salir de él.
3. Bajo por la misma calle. Hay un hoyo profundo en la acera. Veo que está allí. Caigo en él de todos modos… es un hábito. Tengo los ojos abiertos. Sé dónde estoy. Es culpa mía. Salgo inmediatamente de él.
4. Bajo por la misma calle. Hay un hoyo profundo en la acera. Paso por un lado.
5. Bajo por otra calle (2014: 60).” bg_color=”#EAF1F7″ text_color=”#333333″]

He tenido también distintas etapas: de activación, reflexión, creación y pausa. Con el UNCULAB hemos acompañado a actores de la economía social en Mendoza y adelantamos la experiencia de Mayma con decenas de emprendedores. También sentí en carne propia el virus y esto me obligó a detenerme, reflexionar y sanar. 

Para mí este tiempo ha sido un proceso de caer, recordar y aprender. Esta repetición está relacionada con el aprendizaje y la evolución de la consciencia. Observo en los espacios donde tengo la oportunidad de participar una característica difícil de medir: está relacionada con el trabajo de una consciencia individual que se conecta con la colectiva. En el reino de los hongos, algunas especies están conectadas por filamentos subterráneos llamados micelios, que regulan la nutrición, abarcan cientos de kilómetros y contribuyen a la sanación del suelo. Siento que esta metáfora refleja el papel del conector y de algunos de los movimientos que están surgiendo en este contexto de pandemia.


Guillermo Navarro en la apertura del Encuentro Global +B, Mendoza 2019.

Ishwara: Por sus narraciones, han vivido profundas transformaciones personales que necesariamente atraviesan la forma de encarar sus roles. Cada uno de ustedes ha tenido una trayectoria profesional diversa y hoy la pandemia los encuentra en una nueva transición. Si pudieran narrar su “viaje” profesional a la luz de sus momentos vitales, ¿cómo sería ese recorrido?

Víctor Mochkofsky: He estado reflexionando mucho sobre mi historia y mi quehacer. Mi primer capítulo ocurre luego de finalizar mis estudios. Comencé a trabajar en una agencia de marketing digital de Miami. La compañía creció y con el tiempo me convertí en gerente regional. Después de doce años y tras una crisis de propósito, sentí que quería emprender y crear productos al servicio de un impacto positivo. En ese momento, me uní a Giselle Lucchesi y creamos Cándido Can, una marca de productos de diseño a través de la cual se recaudaban fondos para organizaciones que rescataban perros de la calle.

Un segundo capítulo surgió de la necesidad de crear Patio Mundo, en sociedad con Soledad Sánchez, un espacio que nuclea emprendimientos de diseño sustentable y producción local, dirigido a consumidores responsables y empresas comprometidas. Después, volvió la incomodidad y en un tercer capítulo co-creé Espacio Abasto, un espacio de co-working, servicios de innovación abierta en sustentabilidad y una incubadora de emprendimientos de triple impacto.

Hoy, participo de movimientos como CIUDADES+B y la Escuela de Agentes de Cambio de Córdoba, que me encuentran en un momento donde el alcance del impacto se extiende a la ciudad, con una mirada intersectorial capaz de integrar los emprendimientos, el sector público, la academia y los agentes de cambio sociales. Cuando reflexiono sobre mi trayectoria, observo que cada vez estoy ampliando más los horizontes y trabajando a nivel sistémico. Internamente, siento que hay una necesidad de algo nuevo y de desafíos, pero a la vez me entusiasma crear espacios que no existan y conectar a los distintos

Guillermo Navarro: Sobre este tema coincido con Víctor en la importancia del conector, pero con distintas miradas. En mi caso, siento que he vivido también una evolución en la forma como integro y un aumento la complejidad. Desde el aprendizaje de la magia y la actitud de los emprendedores, esa invaluable actitud del principiante. Pasando por los sectores público, empresarial o la academia. Hasta el desafío de conectar los sectores donde estoy trabajando ahora, que se autoexcluyen o son excluidos. 

Hoy, me encuentro con el desafío de hablar con pueblos originarios, personas en situación de encierro o comunidades en situaciones de vulnerabilidad, y al usar ciertas palabras o visiones siento que los “sacamos del juego”. Me pregunto entonces: “¿Tenemos que usar diferentes lenguaje? O ¿será una labor de los conectores aprender varios lenguajes?”.

“Durante años me sentí un “tibio”, al no poder tomar partido o definiciones inflexibles. Pero un día tomé consciencia de esta suerte de súper poder, que me permite unir lo diferente. Valoré entonces el rol del conector y entendí que la persistencia al aferrarse impide el vínculo”. Víctor Mochkofsky

Ishwara:  En relación con estos modelos de mundo y lenguajes, ¿cómo se mueven comunicativamente en los distintos espacios?

Víctor Mochkofsky: En ocasiones, tengo ganas de expresar abiertamente que el cambio es interno y espiritual, pero en honor a la verdad debo decir que me adapto al ámbito y los interlocutores, para no perder la escucha. Por supuesto, existe un tironeo entre la adaptación y la conservación de la esencia. En ocasiones, y en esto los sesgos juegan un papel importante, asumo que cierta forma de comunicar va a generar resonancia o rechazo. Como conector intento buscar la faceta “políglota”, para generar las mejores conexiones, pero siempre teniendo en cuenta que detrás de las palabras existen tensiones.

Durante años me sentí un “tibio”, al no poder tomar partido o definiciones inflexibles. Pero un día tomé consciencia de esta suerte de súper poder, que me permite unir lo diferente. Valoré entonces el rol del conector y entendí que la persistencia al aferrarse impide el vínculo. Quizá en un momento elija hablar desde mi propio lenguaje sin importar la comprensión, pero hoy prefiero adaptar mi lenguaje en pos del tejido.

Guillermo Navarro: Me ocurre también el tema del prejuicio, cómo tengo sesgos sobre el mensaje de quien viene a hablarme y cómo siento que el otro no va a recibirme de la forma que espero. Sin embargo hay sorpresas. Hace unos meses, antes de la pandemia, llevé una dinámica relacionada con la apertura del corazón a uno de los centros penitenciarios de Mendoza. Se trataba de un grupo de hombres con edades promedio de sesenta y cinco años. Yo estaba nervioso y pensé que iban a rechazar la actividad, pero tomé el riesgo y ellos se abrieron a la experiencia de una forma conmovedora. Siento que este lenguaje primero hay que pasarlo por el cuerpo y experimentar cuál de esas formas de hablar nos hace sentido. 

Por otra parte, es necesario llevar adelante un cambio cultural que valore esta capacidad de hablar distintos lenguajes. Lo anterior, porque socialmente se asocia a estos “camaleones” como personas con una falta de personalidad. Por ello, es necesario comenzar a apreciar en nosotros mismos esta cualidad, mostrar en las comunidades su importancia y evidenciar los escenarios donde se sigue cuestionando.

Es fundamental comenzar a fertilizar espacios donde se enfatice la importancia de la conexión de la diferencia. Somos distintos, pero somos iguales a la hora de conectarnos y de generar la transformación de los lugares donde habitamos.

Alguna vez escuché a un inspirador diciendo que ya no somos un mundo lleno de partes, sino pasamos a ser participantes de la naturaleza, donde tenemos que sentir y ser con ella. En este sentido, no hay problemas y soluciones mecanicistas, sino transformaciones y adaptaciones en un mundo que busca el desarrollo orgánico por encima de todo.


Víctor Mochkofsky, durante una Hackatón de proyectos sostenibles, Córdoba, 2019.

Ishwara: En esta lógica de incluir y trascender, en esta búsqueda de amplitud y cambio sistémico, ¿hacia a dónde se está moviendo su rol? ¿Habría una siguiente etapa?

Víctor Mochkofsky: Hay un aspecto que es relevante para mí ahora, y que atraviesa las ideas de rol, sistema y ego. Quiero traer a la conversación un verbo que disfruto: “Invitar”. Quiero explorar la historia, la etimología y las razones psicológicas por las cuales me gusta tanto esta acción. Seguramente hay una dimensión egocéntrica de ser quien convoca y recibe, pero hay una faceta hermosa de compartir genuinamente. 

Por otra parte, siento que en la actualidad soy más consciente y aprecio con mayor autenticidad las acciones interesantes y de impacto donde no estoy involucrado. Me abro con vulnerabilidad y transparencia: creo que venía trabajando con mucha dedicación en un rol donde impulsaba iniciativas exitosas, posicionaba distintos procesos y apreciaba este reconocimiento. Ahora me entusiasma ver que están brotando distintos proyectos que no me involucran y esta lógica de percibir los cambios en el ecosistema se asocia más a la mirada del jardinero.

Guillermo: Siento resonancia con el momento vital de Víctor y la palabra que me surge es liviandad. Ser participante de un lugar y sentirnos contentos, más allá de liderar o ser protagonista. Estoy viviendo la necesidad de estar conectado con esa observación y gozo. Además creo que en este momento de la pandemia ha aparecido una necesidad de conectarnos con la planta, la huerta o la naturaleza. Creo que detrás de esto hay una relación con la simplicidad. Por último, estoy aprendiendo a ser más respetuoso con mis tiempos, saber cuándo es necesario detenerme o cuidarme. Estos han sido mis aprendizajes y donde quiero moverme.


Guillermo Navarro durante una misión sanitaria en África.

Fotografías: Archivos particulares cortesía de los entrevistados.

Salir de la versión móvil