Cristian Figueroa: Coreógrafo de redes humanas

Cristian Figueroa de TejeRedes dando una conferencia.

“Lo más flexible del universo cabalga sobre lo más rígido.
Lo que no es penetra en todas las hendiduras.
En esto se reconoce la ventaja de la no acción.
Enseñar sin palabras y trabajar sin movimiento.
Nada en el mundo puede compararse a eso”.
Tao Te Ching
, Estrofa XLIII

En Cristian Figueroa conviven varios. El chileno atravesado por la apacible vida rural, quien descubre en la universidad pública el compromiso social y se ve interpelado por el potente pensamiento sistémico de algunos de sus compatriotas. El habitante de España, sensible a los debates intelectuales y a la escena artística europea. El Latinoamericano que busca tender puentes con un mundo que requiere ser pensado-sentido en términos locales. Viven también en Cristian el ingeniero, el artista, el humanista y el artesano de vínculos.

Por esta ubicuidad, flexibilidad y, por aludir al epígrafe, “vacuidad”, resulta desafiante que acepte el crédito de ser el creador único de “tejeRedes”. Este movimiento sembrado en 2009 provee “una metodología en torno al trabajo en red y sistemas de articulación colaborativa, donde los seres humanos son el eje central de las organizaciones”. Sin embargo, una revisión de su página revela un universo de tecnologías sociales, que van desde una escuela, un laboratorio, talleres y más de veinte metodologías, pasando por el libro de autoría de Cristian Trabajo en Red y Sistemas de Articulación Colaborativos, hasta videos y conversaciones. Pero si se ahonda aún más, tejeRedes es una comunidad, que busca: “tejer conversaciones basadas en el amor y la colaboración entre las personas”, y a partir de allí generar cambios en las personas y organizaciones.

Cristian Figueroa es Doctor en Ingeniería Industrial por la Universidad Politécnica de Cataluña. Gracias a un extenso recorrido profesional y a un profundo camino vital, se ha consolidado como experto en metodologías y procesos que involucran el desarrollo de redes colaborativas. Tiene experiencia en emprendimiento social, desarrollo territorial y organizaciones empresariales, universitarias y del tercer sector, que buscan un modelo de gestión basado en equipos de trabajo colaborativo. 

Como es difícil encontrar ángulos en el círculo e identificar la primera puntada de un tapiz, así de difícil es identificar un liderazgo unidireccional en Cristian. Aparece para propiciar encuentros, habla para presentar otras voces, accede a una entrevista para que cambiemos el foco y prestemos atención a quienes continúan el tejido. En este diálogo con Hojas de Inspiración, que comenzó antes de la pandemia y se ha extendido hasta esta publicación, buscamos abrir los oídos a un pionero capaz de colaborar e inspirar sin liderar, por lo menos en el sentido tradicional del término. Un visionario que encuentra posibilidades de mundos nuevos y mejores, cuando la mayoría somos testigos de la disolución de las  estructuras sólidas. 

Ishwara: ¿Cómo podrías describir tu infancia?

Cristian Figueroa: Pocas veces me han hecho esa pregunta y creo que es clave. Yo nací en Santiago de Chile y viví en las afueras de esa ciudad, en un lugar llamado Malloco, por entonces una zona rural. Vivía entre el mar y la ciudad, por lo que siempre estuve cercano a la naturaleza. Nací en 1972, durante el Gobierno de Salvador Allende. Crecí en una vida familiar tradicional y viví en la época de la dictadura. Sin embargo, por mandato familiar no me sentí involucrado con lo que estaba pasando en el país y en ese sentido mi niñez fue muy cuidada. 

¿Cómo pasas de ese entorno rural, familiar y tradicional, a estudiar ingeniería en una universidad pública? 

Si bien tuve una niñez rural y tradicional, fui buen alumno y pronto recibí la orientación de “tener que” ir a la universidad. Yo quería estudiar Arquitectura, pero mi padre me recomendó no hacerlo. Quería construir puentes, no me preguntes por qué, así que elegí Ingeniería Civil. Este era un tiempo de regreso de la democracia, cuando los estudiantes retomaban sus carreras luego de varios paros. Al terminar el primer año, me cambié a Ingeniería Industrial, pues la sentía más humanista y relacionada con la gestión. 

Numerosos profesionales habían sido exiliados durante la dictadura y cuando volvieron a Chile encontraron en la docencia una manera de reinsertarse. Entonces tuve la posibilidad de interactuar con profesores que venían de afuera, con miradas peculiares en relación con la ingeniería, los sistemas como modelos de gestión, las organizaciones y las comunidades. En esa época, me “enganchó” un curso llamado “Reingeniería Humana para la Acción”, ofrecido por Osvaldo García, uno de mis mentores y actual amigo, y su compañera Soledad Saavedra. Gracias a ellos, pasé de pensar en hacer puentes físicos a aprender a hacer puentes humanos.

“En mi vida personal había un arraigo en el mundo de la cultura, hacía poesía, tenía un refugio en Valparaíso y me vinculaba con el mundo de la creatividad”.

En ese proceso de transformación entre el Cristian tradicional y ese ser que hoy habla de “erotizar las organizaciones”, ¿cómo empieza a activarse la rebeldía y el propósito de cambio social?

La transformación estuvo relacionada con mi ingreso a la Universidad de Santiago de Chile, que fue base de un movimiento social del país. Me encontré con gente que escuchaba a Silvio Rodríguez, preparaba pancartas y vivían en tensión con la policía, pues luchaban para borrar los reductos de la dictadura. Es allí cuando comienza el cambio. 

Era una universidad altamente social y yo empiezo a involucrarme en temas de pobreza y reinserción. No en política como tal, sino en el centro de estudiantes, proyectos sociales y trabajos de verano e invierno, donde íbamos a lugares a trabajar con la comunidad. Esto me hace darme cuenta de algo muy importante: se rompió la burbuja donde estaba.

En este escenario, asistí a la materia Reingeniería Humana para la Acción y me encontré con Osvaldo. Era un curso, con una perspectiva Gestalt, que combinaba la teoría del conocimiento de Humberto Maturana, con metodologías del lenguaje y el teatro. El paso por esta experiencia generó un cambio profundo en mí. 

Al culminar mis estudios, gané una beca y me fui a Barcelona por cuatro años para hacer un Doctorado. Una vez allá comencé a explorar otros temas: desarrollo productivo, innovación y tecnología. Al volver a Chile, conseguí trabajo como directivo en el norte del país y mi función era promover redes empresariales y el concepto de cluster. Buscaba darle sinergia económica y productiva a un territorio a partir de algún tema. En este caso, era la minería. Luego trabajé en otro de agricultura. Cuando estuve en esta organización éramos un equipo de quince a veinte personas, y comencé a vincular a Osvaldo en este equipo. La idea era ofrecer formaciones que nos ayudaban a hacer las cosas desde una mirada distinta. 

En mi vida personal había un arraigo en el mundo de la cultura, hacía poesía, tenía un refugio en Valparaíso y me vinculaba con el mundo de la creatividad. Empecé a ver que mi mundo laboral estaba muy relacionado a la economía y al desarrollo productivo. Observé los contextos donde se desarrollaban esas redes.  Entonces pude ver cuáles eran las fortalezas y debilidades de las empresas más tradicionales, y pude reconocer a los emprendedores que trabajaban en red. Había elementos que se cruzaban.

En ese tiempo debía trabajar para el sector público pues la beca que había recibido me lo exigía. En 2007, vi que en ese mundo tradicional había algo que cambiar de fondo. En 2008 renuncié y en el 2009 nació tejeRedes.  Por este tiempo, fui a Madrid a trabajar en organizaciones que promovían el bien común y fui testigo de otra economía, una manera diferente de ver las cosas.  Me dije a mí mismo: “¡Acá hay algo!”

TejeRedes se trató de mi aporte para hacer un cambio en el sistema, porque siento que el sistema tradicional no va a ir para ningún lado. Desde entonces, comencé a investigar, experimentar y escribir.

¿A qué hace referencia la sigla “CLEHES” y cuál es la importancia de tu apuesta por el “EROS”, como líneas conceptuales y organizacionales de tejeRedes?

Estos conceptos son necesarios para poder entender tejeRedes y comprender que las organizaciones son sistemas humanos de conversación. Las diferentes dimensiones entrelazadas del CLEHES son: Cuerpo, Lenguaje, Emociones, Historia, Eros y Silencio. Si vemos la teoría de Humberto Maturana, la conversación es “emoción y lenguaje”, las organizaciones en el fondo son redes conversacionales donde los nodos son los seres humanos. Sin embargo, para poder escalar a modelos de gestión colaborativos es necesario ver a las organizaciones desde su lógica biológica-humana. Hoy se empieza a tener sensibilidad en este ámbito, y por eso digo que el trabajo de Osvaldo y Soledad es la semilla de tejeRedes. 

CLEHES es entendido como el punto esencial donde se puede generar una conversación entre dos o más personas de forma virtuosa, o se pueden romper esas relaciones. Creo que una organización debe observar sus conversaciones y ordenamientos biológicos; es decir, cómo están conversando el Eros y el Ego.

Cuando hablamos con Osvaldo de “erotizar organizaciones” desde el contexto del amor o generar empatía entre personas, estamos hablando de cómo construir o fortalecer una relación de personas en un contexto organizacional. Si hablamos de propósito, número de personas acotado y fraternidad, existen tres características básicas que son claves cuando estamos construyendo una comunidad. Se trata del equilibrio entre el cuerpo, el lenguaje y la emoción. Son tres perillas que puedes tocar para trabajarte como ser humano y también trabajar en los contextos organizacionales. El Eros, la relación con el amor, se considera un elemento básico para la convivencia y el fortalecimiento de las organizaciones.

“Lo que buscamos desde tejeRedes es aplicar las metodologías de esa dimensión arquitectónica, sin perder el hecho de cuidar y mirar a las personas”.

¿Qué cualidades del artista se pueden percibir en tejeRedes, y qué elementos del ingeniero aparecen?

En un comienzo pusimos énfasis en dos aspectos: el cambio generacional y el desarrollo de comunidades. Había gente que diseñaba bien, pero al momento de implementar su creación tenían dificultades. Por otro lado, había personas con habilidades sociales para convocar e inspirar a otros, pero con el tiempo las iniciativas se caían por la ausencia de una mínima estructura. 

Dentro del concepto del “artista al arquitecto” aparece el concepto caórdico (del caos al orden), proveniente de Dee Hock, un norteamericano que lo aplicaba como modelo de gestión en su organización. Esta estrategia es posible llevarla al contexto de las redes diciendo: “Necesitamos diseños mínimos, una metodología mínima en la construcción de red, pero también esa habilidad social para poder inspirar a las personas, para que ellas se unan”. En el medio de ese concepto, surgen los elementos básicos de la organización: propósito, personas y fraternidad.

Lo que buscamos desde tejeRedes es aplicar las metodologías de esa dimensión arquitectónica sin perder el hecho de cuidar y mirar a las personas. Es decir, reconocer la importancia de la empatía, la escucha y la historia. Además, incorporar el silencio a la vida nos permite saber si estamos operando desde la aceptación o la negación, y si estamos abiertos a ver lo que pasa. Por eso, tejeRedes es una metodología, porque juega sobre todo con el concepto articulador, a quien se le denomina facilitador organizacional. 

Quien sale a trabajar afuera de nuestra red tiene un trabajo interno profundo por hacer, porque cuida a otras personas y también se deja cuidar. Está relacionado con gestionar tu propio ego y tu propio eros, un aprendizaje de larga data y camino.

¿Qué está inspirando a Cristian hoy? 

TejeRedes es un poco lo que voy a dejarle a las personas. Un regalo vinculado con mi propósito: ayudar a las organizaciones a cambiar, y al hacerlo, cambiar el sistema. TejeRedes es eso, el barquito para cruzar ese río. Por eso, siempre ha estado el trabajo de crear una comunidad que vaya replicando la metodología. 

Desde hace dos años estamos abordando el concepto de “La Escuela”, que es el espacio de construcción de esa comunidad y tiene un movimiento distinto. Nace como un espacio para difundir la metodología, dar a conocer la experiencia y, sobre todo, conectar personas. Crear comunidad para ir soltando; de manera que sea posible vivir la experiencia de trabajar en comunidades más horizontales, donde se debe trabajar en conjunto, verse y cocrear el espacio para vivir eso. En la Escuela tenemos los “tejeRedes labs”, donde juntamos personas que trabajan en contextos de facilitación organizacional para resolver retos reales. 

También contamos con un espacio llamado la “Escuela 2020”, y su intención es a hacer una experiencia sistemática online-presencial práctica a largo plazo. En el fondo, la idea es crear una comunidad para complementar con otros mundos, para comprender qué está pasando en el contexto organizacional actual. Es decir, abrir canales para que “veamos” realmente a las organizaciones. 

Hablamos “del arquitecto y del artista”, porque el tejedor de redes es alguien que ve más allá de lo que debe ver y es alguien que se debe trabajar internamente, con una transformación desde adentro para hacer transformaciones en el afuera.

“Siento que la pandemia ha venido a bajar las intensidades de muchas personas, y por eso hemos abierto espacios de conversación sobre cómo afecta el virus a los contextos organizacionales. Hay empresarios y emprendedores que han bajado la guardia, han parado la máquina y ven posible modificar los modelos de gestión de organizaciones”.

¿Qué desafíos representa hoy la irrupción de la Covid-19? ¿Cómo las redes pueden ser aliadas en la nueva y desafiante realidad?

Es cierto que hay muchas personas que no la están pasando bien, por estar padeciendo el virus de forma directa, por sus efectos económicos o por el mismo confinamiento. Sin embargo, creo que la pandemia nos abre posibilidades y nos enfrenta a grandes desafíos. Hay muchas versiones sobre los orígenes y la expansión del virus, pero soy un convencido de que la naturaleza responde. Los seres humanos necesitábamos parar para ver con otros ojos y otro ritmo cómo consumimos, como vivimos. El año pasado, en diversas marchas, especialmente adelantadas por los jóvenes, se hacía un llamado a detener la destrucción del planeta, y el Covid-19, a pesar del dolor y las consecuencias, nos ha permitido a quienes hemos tenido la oportunidad de estar relativamente tranquilos en nuestras casas, reflexionar y ver con otra perspectiva la situación.

A nivel macro, los países contestan individualmente a la crisis internacional. Pero empieza a aparecer algo interesante del virus y es que se rompe nuestro metro cuadrado de individualismo al empezar a preocuparnos por el otro y la otra. Este virus ha despertado la naturaleza colaborativa de la especie humana. 

Como segunda reflexión, siento que la pandemia ha venido a bajar las intensidades de muchas personas, y por eso hemos abierto espacios de conversación sobre cómo afecta el virus a los contextos organizacionales. Hay empresarios y emprendedores que han bajado la guardia, han parado la máquina y ven posible modificar los modelos de gestión de organizaciones, trabajar en red, ser más sostenibles ambientalmente y hablar de economía circular. Hay un llamado a hacer cambios profundos, no sólo relacionales, sino en cuanto a las iniciativas que llevamos adelante. Estamos escuchando un llamado mayor.

Finalmente, en lo personal, soy optimista de que algo va a cambiar hacia adelante. Todas esas semillas que diversas personas y organizaciones están sembrando para que haya un “Sistema B”, un modelo alternativo en términos de economía social, solidaria, sustentable, entre otras, empieza a aflorar. Tejeredes tiene la posibilidad de seguir “evangelizando” acerca de la posibilidad de tener nuevos modelos organizacionales, laborales y una nueva perspectiva de relación con el mercado económico. Pero no podemos actuar solos. Es un tema de red, empatía, ayuda y conexión. La forma de ayudar no es sólo ir a ayudar a una casa, una ONG o una empresa. A nivel individual podemos hacer mucho acompañando a quien tenemos al lado. Esta crisis nos convoca a pensar en lo local. Es una oportunidad para renacer y reencontrarnos.

Nota: Esta entrevista fue posible por la generosidad de Mariano Carniel.
Fotos: Cortesía del entrevistado y tejeRedes.

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