“Lo contrario a la perspectiva de género no es la neutralidad”

Julia López es la única editora de género en Mendoza y una de las pocas en el país. Junto con otras colegas dio forma a la Red de Editoras de Género (REG). Consciente de la difícil tarea de enfrentar desigualdades naturalizadas en los medios y en la sociedad en general, trabaja en el día a día para que el enfoque de género pueda revertir la lógica periodística tradicional. Un cambio progresivo, pero sin duda irreversible.

La mendocina Julia López hizo historia en 2019 cuando se convirtió en la editora de género del sistema de medios de comunicación de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo)

Licenciada en Comunicación Social y reconocida militante por los derechos humanos y de las mujeres, su tarea de curaduría vino a llenar un vacío, cumpliendo un rol que no tenía demasiados antecedentes (al menos en Mendoza) y, a su vez, a completar la tarea educativa y estructural de la Ley Micaela. Todo esto como parte de una transformación mucho más amplia y profunda, un cambio cultural que se presume lento pero ya sin retorno.

En su momento, la designación de Julia fue noticia nacional, ya que había muy pocas colegas desarrollando esa función en otros medios y sólo la Universidad Nacional de Córdoba había avanzado al respecto. Dos años y medio después, el panorama no se vislumbra muy distinto, pero será ella quien cuente si percibe algún cambio alentador o si peligrosamente seguimos retrocediendo como sociedad.  

El periodismo con perspectiva de género busca usar las herramientas al alcance –que en los medios son muchas y poderosas– para visibilizar estas jerarquías, cuestionarlas e, incluso, proponer nuevas visiones para revertirlas.

¿Cuáles son las tareas y alcances de una curadora de género?

Lo principal, creo, es saber de qué hablamos cuando hablamos de perspectiva de género: es entender que, en el mundo y la sociedad donde vivimos, existen desigualdades naturalizadas –no naturales– que perpetran la subordinación de las mujeres y las personas feminizadas en la sociedad mediante la naturalización, también, de la superioridad masculina. 

El periodismo con perspectiva de género busca usar las herramientas al alcance -que en los medios son muchas y poderosas- para visibilizar estas jerarquías, cuestionarlas e, incluso, proponer nuevas visiones para revertirlas.

Una editora de género se ocupa de cuidar, reproducir e intentar sostener en el medio la perspectiva de género, tanto en notas sobre temáticas específicas de mujeres y personas LGTTTBIQ+ [lesbianas, gays, bisexuales, travestis, transgénero, transexuales, intersexuales, queer y otras identidades], como en otras sobre política, economía, policiales, tecnología, etcétera, en las cuales se busca transversalizar el enfoque. 

La tarea no es la censura, sino –y uso esta palabra con cuidado y también con contradicciones– la pedagogía. Es decir, somos un recurso para que quienes trabajan en el medio donde nos desempeñamos puedan incorporar la perspectiva de género y derechos humanos.

¿Ves diferencias sustanciales entre esta función en un medio privado y en un medio público? ¿Qué otras experiencias similares podés destacar?

Entre un medio privado y uno público la diferencia principal es justamente la naturaleza del medio, pero no las intenciones y el desempeño de las editoras de género. Las barreras sociales, el patriarcado, atraviesan a todos los medios y eso opone resistencias al desempeño de nuestra tarea. Reconozco la importancia de que la figura de la editora de género se universalice tanto en medios públicos como en privados. Hay diferencias, también, entre medios con audiencias masivas o menores. 

En el intercambio que pudimos sostener en el primer encuentro de la Red de Editoras de Género (REG) de Argentina notamos que nuestras experiencias, desafíos y preocupaciones son similares, a pesar de las diferencias hacia adentro de nuestros lugares de trabajo. Hasta nuestro encuentro a fines de abril éramos diez, todas integrantes de la REG: Marina Abiuso (TN/ Artear), Carmen Amador (El Tribuno de Jujuy), Mariana Iglesias (Clarín); Ingrid Beck (Letra P); Laura Loncopán Berti (Diario Río Negro); Silvina Molina (Télam); Gabriela Pellegrini (Chaco TV, Radio Provincia y Agencia FOCO); Clarise Sánchez Soloaga (República de Corrientes); Gabriela Weller (Multimedios de Radio y Televisión de la Universidad Nacional de Córdoba), y yo por Unidiversidad (Sistema de medios de la Universidad Nacional de Cuyo). 

Ninguna experiencia es idéntica pero, por la naturaleza de nuestro medio, probablemente con Gabriela Weller haya mayores similitudes. Sin embargo, es necesario aclarar que en la UNCuyo los medios son completamente públicos y pertenecen al CICUNC, mientras que en la UNC, los medios pertenecen a una sociedad anónima cuyo principal accionista es la Universidad Nacional de Córdoba

Al ser un rol relativamente nuevo, al menos para la Argentina, ¿cómo te formaste, qué referencias y referentes tuviste para encarar tu tarea?

Soy licenciada en Comunicación social por la UNCuyo y en esa carrera fui guiando mi interés por los estudios feministas. De hecho, orienté mi tesis hacia un análisis de noticieros locales desde una perspectiva feminista y de género. Al comienzo, mis principales referentes fueron docentes universitarias e investigadoras, también feministas, como Alejandra Ciriza y Valeria Fernández Hasan. Con el tiempo, mi propio activismo en organizaciones feministas y de derechos humanos me fue llevando por este camino y mis referentes se volvieron mis compañeras de militancia. 

Muchas veces el enfoque de género va a contramano de la lógica periodística tradicional –de la inmediatez o de la economía del lenguaje– e intentamos llegar a soluciones que satisfagan o encuentren un punto medio entre los dos caminos.

¿Cuál fue la reacción de los comunicadores de la universidad cuando les observabas que no había perspectiva de género en una nota o el contenido iba a contramano de lo que indica la lógica actual?

En mi caso, a pesar de que a veces parecía que hablaba de algo imposible, mis propuestas siempre fueron recibidas o, al menos escuchadas, por mis compañeros y compañeras. Incluso, lo primero que hice fue una serie de capacitaciones al personal, porque las autoridades del medio tenían interés en transversalizar esta perspectiva. Sin embargo, muchas veces el enfoque de género va a contramano de la lógica periodística tradicional –de la inmediatez o de la economía del lenguaje– e intentamos llegar a soluciones que satisfagan o encuentren un punto medio entre los dos caminos.

Supongo que el aprendizaje fue mutuo. A casi tres años, ¿qué notás que cambió y/o mejoró en la forma de comunicar en los medios de la UNCuyo?

Los cambios son progresivos y eso quizás hace que sea complicado verlos. Con el tiempo se intenta reducir el uso del masculino genérico, incorporar otras voces autorizadas como fuentes (no siempre varones), ampliar la problemática de la desigualdad de géneros a temáticas variadas. Siempre falta, pero también por algún lado se empieza

Cuando arrancaste dijiste que esperabas que otros medios implementaran la curaduría de género.  ¿Qué pasó? ¿Se está como antes o hubo alguna evolución, más allá de que tengan o no una persona específica para esa tarea?

Hasta ahora, ningún otro medio en Mendoza o en Cuyo incorporó otras editoras de género. Sin embargo, no se puede obviar la existencia de periodistas con perspectiva de género. ¿Alcanza con eso? Es probable que no. Creo que es importante que se incorpore una persona o un equipo encargado de trabajar la perspectiva de género, no sólo en sus propias producciones sino con la totalidad de las personas de un medio, para que las notas desde un enfoque de derechos sean la regla y no la excepción. 

La neutralidad no existe porque donde falta perspectiva de género, ocupa el lugar la perspectiva patriarcal. Cualquier tema noticioso puede ser construido desde una perspectiva de género.

¿En qué aspectos ves que todavía nos cuesta sintonizar a comunicadoras y comunicadores en relación a los temas de género?

Creo que, en primer lugar, falta comprensión respecto de qué hablamos cuando hablamos de perspectiva de género. También me parece que es importante entender, ya a esta altura, que la supuesta idea de neutralidad periodística no existe como tal. Es decir, construimos noticias a partir de hechos, mediante la consulta de fuentes y con la responsabilidad que nos cabe como profesionales de la comunicación. A eso hay quienes le llaman objetividad. Pero no hay que olvidar que el sentido común está atravesado por prejuicios y estereotipos arraigados socialmente, y para no reproducir la lógica patriarcal de superioridad masculina e inferioridad femenina hay que hacer un esfuerzo. 

La neutralidad no existe porque donde falta perspectiva de género, ocupa el lugar la perspectiva patriarcal. Cualquier tema noticioso puede ser construido desde una perspectiva de género. 

También me parece que falta recuperar el espíritu crítico del periodismo, que no se trata de reproducir hechos como si fuéramos máquinas, sino de aportar análisis que contribuyan a ampliar el concepto de ciudadanía. Muchas veces se piensa que el feminismo es ideología pero lo contrario al feminismo, no lo es. Pues hay que entender que lo contrario a la perspectiva de género no es la neutralidad: nuestra perspectiva siempre está situada.

Vos tuviste y tenés una fuerte y pública militancia feminista. ¿Cómo conciliás ese perfil, fuertemente ideológico, con tu tarea cotidiana?

No creo que el trabajo periodístico y el trabajo militante sean opuestos y tengan que conciliarse. El objetivo es encontrar la armonía entre lo que se piensa y lo que se hace.

Pregunta inevitable: ¿Cómo incorporar el polémico lenguaje inclusivo en el día a día? ¿Cuáles son los límites y cómo insertarlos en los contenidos de los medios y redes sociales, donde está más naturalizado?

Lo que nombra el lenguaje inclusivo son todas las identidades y experiencias que el patriarcado buscó y busca silenciar, por eso incomoda o resulta polémico, como decís. En Unidiversidad buscamos evitar el uso del masculino genérico. Por un lado, no se restringe a quien quiera usar la “e” como marca de género, tanto como alternativa a la ‘a’ y la ‘o’ como generalizadora. Si hay límites o no, lo dirán el tiempo y las generaciones venideras. Por otro lado, lo que trabajamos hacia adentro es la incorporación del lenguaje no sexista; es decir, alternativas consensuadas dentro del lenguaje para que la regla no sea el masculino genérico. Por ejemplo, reemplazamos “todos los asistentes” por “todas las personas asistentes”, “los directivos” por “el equipo directivo”, “los que quieran participar” por “quienes quieran participar”, “alumnos” por “estudiantes”, “profesores” por “docentes”. Es un buen ejercicio, no sólo para incorporar la perspectiva de género sino para la práctica periodística: buscar herramientas en la propia lengua, incorporar vocabulario, refrescar la gramática.

La Ley Micaela establece la capacitación obligatoria en género y violencia de género para todas las personas que se desempeñan en el sector público. ¿Notás que ya empiezan a verse cambios importantes al respecto? ¿Cuán lejos están quienes trabajan en el ámbito de la comunicación en cuanto a una mirada actualizada y empática con estos temas?

La Ley Micaela es una herramienta fundamental pero no hay que ser inocentes: el cambio no lo va a facilitar una normativa y menos de un día para el otro; los procesos sociales son paulatinos. Creo que el mayor avance proviene de los sectores sociales que demandan un Estado que responda a sus necesidades. La Ley Micaela es producto de eso. Supongo que quienes somos profesionales de la comunicación estamos tan lejos de esa mirada actualizada y empática como lo está la sociedad en la que vivimos.

Yerran en pensar que una editora de género se dedica a la censura y a hablar con la “e”. 

¿Cuáles son los principales prejuicios y discursos respecto del género en los medios?

Creo que es lo que dije anteriormente: el pensamiento de que la perspectiva de género no es neutral y el discurso periodístico tradicional sí lo es. Yerran en pensar que una editora de género se dedica a la censura y a hablar con la “e”. 

¿Cuál ha sido tu mayor aprendizaje en estos años como curadora de género, tanto en lo profesional como en lo humano?

No puedo dar ningún aprendizaje por concluido. En el camino, intento conciliar mi interés personal, militante y profesional. Lo mejor ha sido cruzarme, en la práctica, con colegas con compromiso y voluntad.

Créditos fotográficos: Prensa UNCuyo, Unidiversidad, Letra P, Prensa Unfpa Argentina. Sebastián Heras, para el diario El Otro.

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