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RECOJO: Una red de jóvenes que inspira al mundo

El colombiano Daniel Buriticá reconoció el valor de los jóvenes para cambiar realidades y después de quince años consolidó una comunidad que es ejemplo mundial.
Niños de Bakongo pintando en el suelo.

Colombia ha vivido más de medio siglo entre los márgenes de la violencia y el odio. Atravesada por hondos conflictos sociales, hoy el país cuenta con espacios donde es posible la reconstrucción desde el amor y el liderazgo de jóvenes que buscan cambio profundo. Encontrar a estos jóvenes comprometidos con la transformación resultó más sencillo de lo que alguna vez se imaginó Daniel Buriticá. Dieciséis años atrás, se reunió por primera vez con un grupo de jóvenes que estaba decidido a cambiar la realidad de sus comunidades, a través de sus intereses y habilidades. Así nació la Red Colombiana de Jóvenes (RECOJO), una iniciativa que ha propiciado un escenario de formación, donde cada uno de los proyectos y emprendimientos acompañados está generando impacto.

Como él mismo lo define, su propósito es: “Educar y cultivar una nueva generación de líderes transformadores, a través de la innovación y la tecnología”. Los resultados son inspiradores y los reconocimientos a su trabajo provienen de diversas instituciones, como el Foro Económico Mundial. El trabajo de Daniel Buriticá y de la inmensa red de jóvenes líderes RECOJO ha creado una comunidad donde, desde el ejemplo y las experiencias vivenciales, las nuevas generaciones se inspiran para afrontar los retos de la actualidad y cambiar esta realidad.

Pero, ¿cómo llega este joven ingeniero a convertirse en un referente mundial del emprendimiento social? Hablamos con él sobre su recorrido, sus proyectos y sobre el papel que juegan los jóvenes en la construcción de un país diferente y lleno de oportunidades.

Ana María Ocampo: ¿Cómo nació la Red Colombiana de Jóvenes, RECOJO?

Daniel Buriticá: Todo empezó cuando estaba en cuarto semestre de Ingeniería Industrial, en la Universidad Javeriana de Bogotá, y armé un grupo estudiantil. Al principio fue un grupo muy “ingeniero”. De hecho, se llamaba Derivada, porque esa palabra significa “la razón de cambio”. Sin embargo, a raíz de ese espacio empecé a encontrarme con muchas personas en la Universidad que hacían cosas interesantes y eran desconocidas. El trabajo que estaban haciendo los jóvenes estaba atomizado. Entonces, se me ocurrió reunirlos, porque llegaban algunos con el interés de hacer algo, pero sin saber qué hacer, otros que ya estaban haciendo cosas y necesitaban voluntarios.

RECOJO terminó creando un modelo de emprendimiento juvenil, donde los jóvenes han aportado más de 208.000 horas de voluntariado al país, gracias a que más de 5.000 personas se han involucrado a los diferentes procesos que tenemos.

¿Qué objetivo se plantearon con este grupo?

El lanzamiento oficial fue el 6 de abril de 2003. La idea era hacer el lanzamiento de una red de jóvenes para cambiar el país y creímos que no iba a ser grande. Invité a mis amigos, ellos a sus amigos y así se empezó a tejer red. Finalmente, llegaron buses con personas de otras regiones y de la Universidad Javeriana nos acompañaron varios decanos. El auditorio se llenó por completo y con ese recibimiento entendimos que ahí había algo. El mensaje de nuestro proyecto estaba respondiendo a las necesidades de la gente y, sobre todo, que teníamos una iniciativa entre manos que valía la pena.

¿Después de dieciséis años, dónde está RECOJO?

RECOJO se dedica a formar jóvenes líderes a través del servicio. Creo, fundamentalmente, que este mundo necesita líderes más empáticos, que piensen no solamente en ellos sino en los demás. Y nuestra forma de hacerlo fue a través de RECOJO y de todas las herramientas que creamos alrededor. RECOJO terminó creando un modelo de emprendimiento juvenil, donde los jóvenes han aportado más de 208.000 horas de voluntariado al país, gracias a que más de 5.000 personas se han involucrado a los diferentes procesos que tenemos. Ahora, lo hacemos también con tecnología; entonces, pasamos de lo offline a hacerlo online con diferentes aplicaciones. Así terminé siendo un emprendedor tecnológico, que usa emplea la tecnología para generar cambios sociales. El cambio social es formar a los jóvenes en esa mentalidad de servicio.

Daniel Buritica en entrevista para Hojas de Inspiración.

Uno de los proyectos de RECOJO, reconocido mundialmente, es el Campamento Bakongo. ¿De qué se trata?

Nos dimos cuenta de que la mejor forma de formar a los jóvenes no era ofreciendo cursos ni cátedras, era enamorándolos del servicio y de encontrar un propósito. Así fue como nos inventamos el campamento de verano Bakongo, que es nuestro proyecto más importante. En Bakongo la idea es “retar” a los jóvenes a convivir durante unos días con niños de bajos recursos. Esto lo hemos hecho durante catorce años y los asistentes nos han dicho que salen transformados.

Bakongo tiene varias versiones, de uno a nueve días, y en ese tiempo capacitamos a los jóvenes para que aprendan sobre la esencia del liderazgo transformacional. En estos años hemos recibido jóvenes de seis países diferentes y han pasado 1.500 niños. El proyecto ha sido reconocido en escenarios internacionales como One Young World y el Foro Económico Mundial. La versión más larga del campamento se llama Bakongo Paz, y la realizamos con reintegrados de grupos al margen de la ley y víctimas de la violencia en el país. Ese campamento en especial recibió un premio internacional del Foro Económico Mundial y Coca Cola.

En este momento, ya no hago los campamentos, sino que les enseño a más jóvenes a hacerlos. Contamos con una plataforma tecnológica donde los jóvenes pueden aprender de las experiencias y reciben un certificado para que puedan desarrollarlos. Así, hemos creado una comunidad de jóvenes muy comprometida con lo que hacen, y donde hay un claro propósito de ayudar a un país que lo necesita tanto.

¿Por qué cree que es necesario trabajar con y por los jóvenes de Colombia?

Cuando vives en un país que ha sufrido más de cincuenta años de conflicto, con enormes problemas sociales, con unos corazones tan golpeados por la violencia y el odio, los jóvenes son la mayor fuente de esperanza para el país. Cuando ves a jóvenes comprometidos, apostándole a algo diferente y pensando en dedicar la mejor parte de sus vidas, su juventud, para servir a los demás, encuentras una fuente de esperanza. Además ver el talento y el potencial es reconfortante. RECOJO tiene la vocación de creerles a los jóvenes y eso no va a cambiar; de hecho es lo que la mantiene, esa energía de los jóvenes.

Los jóvenes que realmente entienden que tienen el país en sus manos; ponen sus talentos, capacidades y pasiones al servicio de los demás, y hacen algo con eso, son el presente, el futuro y la esperanza de un país.

A raíz de Bakongo y de RECOJO, ¿qué nuevos proyectos han surgido?

Nunca me imaginé que con el tiempo, esos jóvenes terminaron, por RECOJO o Bakongo, conociendo a su partner de negocios y encontrando el propósito con el cual querían armar su estilo de vida. Entonces, RECOJO terminó teniendo una serie de spinoffs de compañías. Han salido ocho compañías de ahí, 63 % de las cuales tienen tecnología y solamente una de ellas no continúa. El 50 % ya tienen un modelo de negocio. Muchas son de carácter social y apenas están encontrando su modelo de sostenimiento, pero la mitad de las empresas ya tienen facturación y clientes. De hecho, ahora estamos migrando el trabajo hacia mirar cómo apoyar más esos proyectos surgidos de RECOJO, porque así hemos visto un resultado hermoso e inesperado de las labores de estos años.

¿Hay oportunidades para estos jóvenes que quieren generar cambios positivos en sus entornos?

Crecí oyendo en los eventos sobre jóvenes alguien que decía la frase cliché: “Los jóvenes son el futuro del país”, y después completaba diciendo: “No, son el presente”. La verdad creo que ni lo uno ni lo otro. Los jóvenes que no están convencidos de que pueden hacer algo por los demás, no son el presente y no van a ser el futuro. Esos jóvenes van a ser uno más del montón. En cambio, los jóvenes que realmente entienden que tienen el país en sus manos, que ponen sus talentos, sus capacidades y sus pasiones al servicio de los demás, y hacen algo con eso, esos jóvenes son el presente, el futuro y la esperanza de nuestro país. No son todos, y sin duda tienen que ser más.

Grupo de personas de Bakongo al aire libre.

¿Qué necesitan los jóvenes para encontrar esa motivación?

Lo primero es no perder la curiosidad, tener iniciativa y atreverse a ensayar. No hay nada más peligroso que un joven al que le corten la capacidad de ensayar cosas nuevas, de fracasar y ser curioso. Peligroso, porque es un joven que cae en el montón y se vuelve de aquellos que no se creen capaces de transformar la realidad de un país que vive en la pobreza. Lo realmente esperanzador es cuando un joven se da cuenta de que puede intentar. Que no importa fracasar, porque eso es parte del proceso. Esos jóvenes que se atreven a hacer las cosas de otra manera piensan que lo que hacen está al servicio de los demás. Ese es mi sueño, que haya muchos más jóvenes así.

¿Cómo se puede apoyar el surgimiento de más jóvenes inspirados y decididos a hacer las cosas de una manera diferente?

Creo que ese es un problema del ecosistema, y tiene su origen en la mentalidad. Esto no se cambia de un día para otro. Creo que lo que hemos hecho hasta el momento es valioso, pero es muy escaso frente a la gran necesidad que hay. Cuando empezamos, nadie hablaba de emprendimiento social, no se estudiaba en las universidades, no había dinero para eso, nadie lo reconocía. Hoy hay programas de televisión que muestran a los grandes emprendedores sociales, hay universidades que enseñan y lo muestran como una opción para los jóvenes, hay dinero. En dieciséis años, el ecosistema ha madurado. Creo que para que haya más espacios tiene que seguir madurando ese ecosistema. Esto no debería ser lo raro, sino lo más normal.

Sin embargo, para eso se necesitan empresarios comprometidos; padres de familia que lo reconozcan; academias que lo estén enseñando y promoviendo, y jóvenes interesados. Además, creo que Colombia no está siendo ajeno a un fenómeno global. Hace dieciséis años no había nada más impopular que ser parte de un grupo de Glee y querer cambiar el mundo. Hoy no hay nada más popular que ser parte de un grupo de Glee y cambiar el mundo. El mundo está cambiando, hay grandes eventos, grandes comunidades como Global Shapers o One Young World. Hay tendencias globales que dicen “hoy la sociedad está valorando que estés pensando no solamente en ti”.

Jóvenes de RECOJO contentos posando para una foto.

Sin embargo, el mundo está girando hacia una onda de capitalismo consciente, con cada vez más organizaciones comprometidas con el respeto por el medio ambiente, con las prácticas justas con las comunidades, entre otros temas.

Por supuesto. Pero, el propósito de cada uno de nosotros tiene que ser mucho más grande. Y así mismo el de las empresas. Difícilmente diríamos que el propósito de un ser humano es crear glóbulos rojos. Todos los necesitamos para llevar el oxígeno al cerebro, pero no vivimos para hacerlos, vivimos para hacer algo mucho mayor. No podemos creer que el propósito de una empresa es facturar. Claro que tiene que hacerlo, pero hay que buscar propósitos mayores. Hoy, cuando me siento a hablar con los emprendedores, les pregunto realmente cuál es el propósito de su vida.

Lo que quiero es que haya más jóvenes pensando en este tema desde el principio, y que el próximo gran empresario, político, líder gremial, sea una persona que desde sus inicios pensó en que la vida con propósito está en las acciones con propósito y que el dinero es un medio, no un fin.

Esta misma reflexión parece que se la están haciendo muchos empresarios ya adultos…

Totalmente de acuerdo. Pero eso tiene que cambiar, debe ser una reflexión que va desde el principio, porque la lógica de que hay que crear una empresa exitosa y tener una unidad de responsabilidad social está errada. Una empresa exitosa debería ser aquella que tiene embebida la responsabilidad social. Creo que ni siquiera deberían existir departamentos de responsabilidad social ni tampoco de innovación en las empresas, porque eso debería estar en el ADN de las organizaciones. Quienes aprendieron esta lección son los que ya han tenido éxito, y muchos de ellos son exitosos pero no son felices. Y hoy buscan a toda costa devolverle algo a la sociedad. Paradójicamente, esto debería ser un tema que les interese a los jóvenes. Lo que está pasando es que los mayores están hablando de la necesidad de hacer las cosas diferentes y empiezan un proceso muy lento, para que las empresas cambien, para que la academia cambie. Ese es un proceso desde arriba hacia abajo que es muy lento, porque son organizaciones muy grandes. Lo que quiero es que haya más jóvenes pensando en este tema desde el principio, y que el próximo gran empresario, político, líder gremial, sea una persona que desde sus inicios pensó en que la vida con propósito está en las acciones con propósito y que la plata es un medio, no un fin. Ahora, tenemos que decirlo con más fuerza, porque no todos los jóvenes lo están oyendo.

¿Por qué se define como “un emprendedor en serie”?

Empecé con RECOJO, después creé Bakongo durante mis años universitarios y estaba feliz. Para ese entonces, también, empecé a dar conferencias. La primera que di fue a los 19 años, frente a la junta directiva de una gran empresa del país. Con eso viajé por primera vez a dar una conferencia en Pasto y sentía que estaba triunfando. Luego, en 2008, di la primera conferencia internacional, en Panamá. Y eso se volvió una bola de nieve, con giras por el Sudeste asiático, en el medio oriente, en Europa, en Estados Unidos. He estado en 26 países, 36 ciudades, llevando el mensaje de la juventud colombiana a otros jóvenes.

Estaba muy feliz en la Universidad haciendo esto y llegó el día en que me gradué como Ingeniero Industrial. Me pregunté: “¿Ahora qué hago con esto?” Lo que sí sabía era que no me quería emplear. Yo quería trabajar, pero me daba pánico que un jefe no me dejara ir a mi campamento, por ejemplo. Entonces, decidí que la única forma en la que podía asegurar que eso no me fuera a pasar era si seguía emprendiendo.

Entonces, con mi padre, que en esa época trabajaba en la Universidad, creamos una oficina de abogados. Debo decir que lo admiro muchísimo, porque llevaba 25 años de carrera en la Universidad, la amaba y dirigía el Consultorio Jurídico. Todavía es profesor, pero decidió creerle al sueño de su hijo y salir de esa zona de confort, para armar una empresa que no sabía si iba a funcionar. Le estaré eternamente agradecido por el voto de confianza. Ahí trabajé durante siete años y hace dos años la firma se fusionó con la firma top de abogados del país. Ahora somos la más grande en Derecho Laboral.

Durante esos siete años, armé paralelamente un ecosistema para emprendedores colombianos. A esas empresas que salían de RECOJO les ofrecía una oficina, los invitaba a trabajar y me asociaba con ellos. Por eso, también tengo mi empresa de Teambuilding, donde hacemos actividades de trabajo en equipo para empresas en el país. Después creé una empresa de tecnología. Un poco el proceso natural fue tomar lo que salía de RECOJO y pensar en cómo escalar su impacto. La respuesta fue tecnología y con eso fui a un evento del Foro Económico Mundial.

Este artículo es el resultado de una alianza comunicativa entre la Revista Javeriana y Hojas de Inspiración.

Fotos: Cortesía de Daniel Buriticá y RECOJO.

Ana María Ocampo Cuesta es Comunicadora Social y Periodista. Escribe para revistas…

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