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Sociedad “basura”: La falla de diseño

Un ensayo que aborda las fallas de la lógica del consumo y el descarte. El valor de la economía circular.
Canasto de basura lleno de bolsas de plástico.

El Libro Primero de El Capital, de Marx, comienza diciendo: “La riqueza de las sociedades en las que domina el modo de producción capitalista se presenta como ‘una inmensa acumulación de mercancías’”. Nosotros tendríamos que decir, hoy, que la riqueza de las sociedades en las que domina el modo de producción capitalista se presenta como una inmensa acumulación de basuras. En efecto, ninguna otra forma de sociedad anterior o exterior a la moderna ha producido basuras en una cantidad, calidad y velocidad comparables a las de las nuestras. Ninguna otra ha llegado a alcanzar el punto que han alcanzado las nuestras, es decir, el punto en el que la basura ha llegado a convertirse en una amenaza para la propia sociedad.

José Luis Pardo. Nunca fue tan hermosa la basura (2010)

Escribir sobre residuos no es tarea fácil. Ponerle palabras a un concepto que encierra una constante negación es todo un desafío y aún más si se pretende contar su historia. En este contexto, el filósofo y ensayista español José Luis Pardo resulta ser un salvavidas. Su magistral obra Nunca fue tan hermosa la basura, donde cuestiona la sociedad postmoderna por la banalización de sus contenidos y la compulsión por el consumo de maquillaje, hace un eximio trabajo para llevar a sus lectores a la reflexión profunda. Es que hablar de residuos, o en su sentido aún más marginal de “basura”, requiere de una inmersión lúcida y consciente en la historia de nuestro origen, en las penumbras de nuestras sombras, pero también en los albores de nuestras luces.

Continuando con la exquisita narración de Pardo elegida como epígrafe, en la Modernidad: “La naturaleza se presenta como una máquina perfecta, en la cual cada pieza cumple una función y no hay deterioro”. Pero en la mirada ya no de paisaje, sino de parte integrante de la “máquina”, vemos que los deterioros existen y se extienden hasta la posibilidad de extinción de la especie, por ya no mencionar a la infinita biodiversidad. Dice Pardo: “[…] no es que las sociedades pre-industriales no generasen desperdicios, pero sus basuras eran predominantemente orgánicas, y la naturaleza, los animales urbanos y los vagabundos las hacían desaparecer –las reciclaban o las digerían– a un ritmo razonable (aunque sobre esto nos hacemos, también a menudo, ideas muy idílicas). Las ciudades industriales modernas, en cambio, se caracterizan por una acumulación sin precedentes de población y por la aparición masiva de un nuevo tipo de residuos, de carácter industrial, y ambos factores constituyen la obsolescencia de los modos tradicionales, casi inconscientes, de tratamiento de las basuras. Hay en ellas, al mismo tiempo, una enorme proporción de desechos cuyo reciclaje no puede abandonarse en manos de procesos espontáneos o naturales, y una parte significativa de la población que no consigue integrarse directa ni indirectamente en los procesos productivos y consuntivos, que carece de lugar social y ha perdido el estatuto del cual disfrutaba o que padecía en las formas tradicionales de organización política. Y esto, como dice la cita inicial de Marx, ha de entenderse sin duda como síntoma de riqueza.

Entra en juego aquí la filosofía de la basura: ¿Cómo llegamos al descarte y cómo alcanzamos este extremo? Haciendo una selección de autores, a priori subjetiva, el ser humano ha corrido una carrera intensa por intentar ocultar su imperfección. La premisa de que el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios ha llevado a la búsqueda constante de parámetros de perfección alimentados por un modelo de consumo que hoy se muestra caduco: producir, adquirir y desechar. 

Cabra posando en una montaña llena de basura.

Si para Marx la basura moderna es un “síntoma de riqueza”, para Friedrich Nietzsche: “Los desechos, los escombros, los desperdicios no son algo que haya que condenar en sí: son una consecuencia necesaria de la vida. El fenómeno de la décadence es tan necesario como cualquier progreso y avance de la vida: no está en nuestras manos eliminarlo (…)” (Fragmentos Póstumos de la primavera de 1888). Por su parte, el filósofo Pardo define: “Basura es lo que no tiene lugar, lo que no está en su sitio y, por tanto, lo que hay que trasladar a otro sitio con la esperanza de que allí pueda desaparecer como basura, reactivarse, reciclarse, extinguirse: lo que busca otro lugar para poder progresar”.

Más abstracto, pero apelando a la poesía cruda de sus relatos, el autor checo Milan Kundera hace invención del Kitsch para referirse a los propios residuos del ser humano, esos que, dejando al descubierto la imperfección de su semejanza divina, necesitan ser arrojado por el excusado tan lejos como le sea posible. En su obra La insoportable levedad del ser, Kundera narra: 

[mk_highlight text=”… si hasta hace poco la palabra mierda se reemplazaba en los libros por puntos suspensivos, no era por motivos morales. ¡No pretenderá usted afirmar que la mierda es inmoral! El desacuerdo con la mierda es metafísico. El momento de la defecación es una demostración cotidiana de lo inaceptable de la Creación. Una de dos: o la mierda es aceptable (¡y entonces no cerremos la puerta del water!), o hemos sido creados de un modo inaceptable. De eso se desprende que el ideal estético del acuerdo categórico con el ser es un mundo en el que la mierda es negada y todos se comportan como si no existiese. Este ideal estético se llama kitsch. Es una palabra alemana que nació en medio del sentimental siglo diecinueve y se extendió después a todos los idiomas. Pero la frecuencia del uso dejó borroso su original sentido metafísico, es decir: el kitsch es la negación absoluta de la mierda; en sentido literal y figurado: el kitsch elimina de su punto de vista todo lo que en la existencia humana es esencialmente inaceptable.” bg_color=”#ECF1E3″ text_color=”#333333″]

La existencia, entonces, se torna inadmisible, se desvanece, transcurre cada vez más líquida. Y, en este abordaje profundo de lo que “no tiene lugar”, es imposible no llegar a Zygmunt Bauman. El sociólogo y filósofo desentrama con ingenio y agudeza la historia profunda de la vida líquida, esa que hoy ha puesto en emergencia a la especie humana. En su libro La vida líquida, el ensayista polaco-británico de origen judío afirma:

[mk_highlight text=”La “vida líquida” y la “modernidad líquida” están estrechamente ligadas. La primera es la clase de vida que tendemos a vivir en una sociedad moderna líquida. La sociedad “moderna líquida” es aquella en que las condiciones de actuación de sus miembros cambian antes de que las formas de actuar se consoliden en unos hábitos y en unas rutinas determinadas. La liquidez de la vida y la de la sociedad se alimentan y se refuerzan mutuamente. La vida líquida, como la sociedad moderna líquida, no puede mantener su forma ni su rumbo durante mucho tiempo.” bg_color=”#ECF1E3″ text_color=”#333333″]

Y continúa: “En una sociedad moderna líquida, los logros individuales no pueden solidificarse en bienes duraderos porque los activos se convierten en pasivos y las capacidades en discapacidades en un abrir y cerrar de ojos. Las condiciones de la acción y las estrategias diseñadas para responder a ellas envejecen con rapidez y son ya obsoletas antes de que los agentes tengan siquiera opción de conocerlas adecuadamente”.

En resumidas cuentas, dice Bauman: 

[mk_highlight text=”La vida líquida es una vida precaria y vivida en condiciones de incertidumbre constante. Las más acuciantes y persistentes preocupaciones que perturban esa vida son las que resultan del temor a que nos tomen desprevenidos, a que no podamos seguir el ritmo de unos acontecimientos que se mueven con gran rapidez, a que nos quedemos rezagados, a no percatarnos de las fechas ‘de caducidad’, a que tengamos que cargar con bienes que ya no nos resultan deseables, a que pasemos por alto cuando es necesario que cambiemos de enfoque si no queremos sobrepasar un punto sin retorno. La vida líquida es una sucesión de nuevos comienzos, pero, precisamente por ello, son los breves e indoloros finales —sin los que esos nuevos comienzos serían imposibles de concebir— los que suelen constituir sus momentos de mayor desafío y ocasionan nuestros más irritantes dolores de cabeza. Entre las artes del vivir moderno líquido y las habilidades necesarias para practicarlas, saber librarse de las cosas prima sobre saber adquirirlas.” bg_color=”#ECF1E3″ text_color=”#333333″]

Cubiertos descartables sobre mesa azul y cartel de Stop.

El planeta como vertedero

De la filosofía a la práctica hay todo un camino recorrido. Adentrados en el mundo físico, las palabras flotan entre escombros, plásticos, vidrios, pedazos de comida, desuso. La realidad es contundente: según el último informe del Banco Mundial titulado What a Waste 2.0: A Global Snapshot of Solid Waste Management to 2050, en el mundo se generan anualmente 2.010 millones de toneladas de desechos sólidos municipales, y al menos 33% de ellos no son tratados. Así mismo, advierte: “Se proyecta que la rápida urbanización, el crecimiento de la población y el desarrollo económico harán que la cantidad de desechos a nivel mundial aumenten un 70% en los próximos 30 años si no se toman medidas urgentes”.

Por su parte, la BBC de Londres enfatiza sobre los resultados del informe de la organización británica Verisk Maplecroft que alerta acerca de una “creciente crisis” de la basura, causada mayoritariamente por el plástico. Según los especialistas, “el nivel de desechos que producimos a nivel mundial se ha acelerado en las últimas décadas, pero no estamos dando una respuesta adecuada a ese problema”. 

En detalle, la Verisk Maplecroft señala que: “Estados Unidos es el país que produce más desechos por persona del mundo: tres veces más que la media global”. De esta manera, y siguiendo sus propias mediciones, el estudio británico muestra que la potencia norteamericana produce un 12% de los desechos mundiales o cerca de 239 millones de toneladas, aunque el país tiene solo un 4% de la población global. En comparación, China o India, que juntos constituyen alrededor de un tercio de la población mundial, generan 27% de los residuos globales.

“Se estima que cada persona en América Latina y el Caribe genera casi 1 kilo de basura por día, unos 231 millones de toneladas de desechos anuales, de los cuales más de la mitad son alimentos”. Informe What a Waste 2.0

Si comparamos ambos informes, concluimos que los mayores productores de basura siguen siendo Estados Unidos y China. El resultado no es casual, sino producto de un sistema económico hegemónico que adquiere casi al mismo tiempo que desecha. Hace mella aquí el análisis de Marx cuando dice que la “la basura es un síntoma de riqueza”. De hecho, haciendo foco ya no sólo en la cantidad sino en la calidad de los residuos, el informe The Global E-waste Monitor, elaborado por la Universidad de las Naciones Unidas (UNU) (establecida en diciembre de 1973); la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UTI), y la Asociación Internacional de Residuos Sólidos (Iswa, por sus siglas en inglés), determinó que en 2019 se alcanzó el récord de generación mundial de residuos electrónicos con 53,6 millones de toneladas métricas. Y China y Estados Unidos encabezan la lista de países que generan más basura de este tipo.

Pese a la vinculación directa de las potencias económicas mundiales con la generación de residuos, la realidad es que nadie está libre de culpa. La situación de América Latina no es menos alarmante ni menos responsable. Volviendo al informe What a Waste 2.0: “Se estima que cada persona en América Latina y el Caribe genera casi 1 kilo de basura por día, unos 231 millones de toneladas de desechos anuales, de los cuales más de la mitad son alimentos”.

Además detalla el informe: “Aproximadamente un tercio de los desechos son materiales secos reciclables (papel, cartón, vidrio y plástico, limpios y secos). Y se estima que casi un 15% de la basura que no ha sido caracterizada por los sistemas formales sea orgánica, ya que proviene de zonas rurales y de bajos ingresos, áreas que tienden a generar basura húmeda y desechos verdes.

Siguiendo con el análisis pormenorizado, más de dos tercios de los residuos en América Latina y el Caribe se tiran en algún tipo de relleno sanitario, aunque algunos de ellos son tan solo vertederos bien manejados. Por su parte, los vertederos a cielo abierto representan alrededor del 27% de la eliminación y el tratamiento de residuos. No obstante, What a Waste 2.0 destaca las iniciativas de reciclaje y compostaje de ciudades como Montevideo, Bogotá, Medellín, Ciudad de México y Rosario, donde el reciclaje alcanza el 15 % y el compostaje llega a más del 10% de los residuos.

La basura, un error de diseño

Entre la filosofía y la práctica, resuena desde Chile la desafiante y potente voz de Gonzalo Muñoz. El reconocido emprendedor, Co-fundador de Sistema B y fundador de la premiada empresa de reciclaje TriCiclos, ha dejado en evidencia que la basura es, nada más y nada menos que “un error de diseño”. En una nota realizada por el medio El Observador, Muñoz se acerca a Prado, Bauman, Kundera afirmando: “La basura es lo que no queremos ver, por eso las bolsas de residuos son negras, no son atractivas”. Para el chileno, el 90 por ciento de la basura es reciclable pero solo un 15 por ciento se vuelve a reutilizar. Detrás de esto, Muñoz denuncia una lógica netamente económica ya que, según afirma, “sólo se recicla si el material usado es más barato que el virgen”.

Para el emprendedor, corregir ese error implicar hacer tres cosas: “Eliminar componentes que no tienen posibilidad de circular, innovar en nuevos componentes y hacerlos circular lo máximo posible”.

Hacia una economía circular

La circularidad que plantea Muñoz nos regresa nuevamente a Zygmunt Bauman, pero esta vez a su libro Modernidad líquida. En el capítulo 2, “Individualidad”, el escritor aborda el capitalismo liviano, donde el consumo es la clave para la construcción de identidad. Citando a Albert Camus, el autor profundiza: 

La gente de nuestra época, señaló Albert Camus, sufre por no ser capaz de poseer el mundo completamente: Salvo por algunos vívidos momentos de plenitud, para ella toda realidad es incompleta. Sus acciones se le escapan bajo la forma de otras acciones, vuelven, bajo disfraces inesperados, a juzgarla, y desaparecen, como el agua que Tántalo anhelaba beber, por algún agujero invisible. Esto es lo que cada uno de nosotros sabe después de un examen interior, esto es lo que nuestras biografías, analizadas retrospectivamente, nos enseñan de mundo que habitamos.

La posesión desesperada del ser humano ha ido in crescendo desde la Revolución Industrial, exaltando el culto a un paradigma que ha mantenido nuestro desarrollo y bienestar social basado en el uso y abuso de los recursos naturales, los cuales luego de ser transformados dentro de la cadena de producción e incorporados a la cadena de consumo, terminan siendo residuos con destino, principalmente, a vertederos. Este paradigma de extracción, producción, consumo y desecho es denominado: modelo de economía lineal. Un modelo que, por defecto o por error, ha dejado fuera de su diseño a la basura, puesto que para alcanzar la plenitud o la perfección anhelada, el ser humano debe depredar sin dejar rastros.

Sin embargo, la crisis inusitada del cambio climático y las constantes amenazas que implica han dado un cachetazo al hombre y ha puesto patas para arriba al modelo hasta ahora vigente. La ecuación es simple: los recursos se agotan, el planeta se calienta y la basura desborda. Las pruebas concretas de esas amenazas (entre ellas, la propia pandemia Covid-19) han puesto en emergencia a todos los Estados del mundo ante la posibilidad creciente de colapso e incluso de la extinción misma de la especie. 

En medio de las sombras de la emergencia, la luz de un nuevo pacto verde global arroja esperanzas. El diseño y puesta en marcha de un nuevo Green New Deal, hasta ahora liderado por la Unión Europea, reemplaza el obsoleto paradigma lineal por el modelo de economía circular.

Cartel de Eco not Ego sobre ecología.

Según el resumen ejecutivo Hacia una Economía circular de la Fundación Ellen Mc Arthur publicado en el 2014, una economía circular es un modelo de producción industrial y de consumo restaurador o regenerativo por intención y por diseño. Sustituye el concepto de “caducidad” por el de “conservación”, camina hacia la implementación masiva de energías renovables, elimina o restringe el uso de sustancias y productos químicos tóxicos que impiden o dificultan la reutilización y el retorno a la biosfera, y busca, en su lugar, la valorización de residuos mediante un diseño optimizado de materiales, productos y sistemas y, dentro de estos, la creación de nuevos modelos de negocio. 

La economía circular supone una verdadera revolución que implica no sólo la revalorización de los recursos sino también del propio ser humano. Soltar los idílicos principios de perfección; dejar de llenar de forma “liquida” los vacíos que propone el consumo exacerbado, y entender que somos la última generación que puede salvar al mundo, son las únicas luces al final de esta historia.

En honor al círculo que envuelve a este artículo, nada más oportuno que cerrar como se abre, es decir, con una cita. La opción ya no es Pardo sino la mismísima elección que Bauman hace para abrir el prólogo de Modernidad líquida. En él, dice Paul Valéry: “La interrupción, la incoherencia, la sorpresa son las condiciones habituales de nuestra vida. Se han convertido incluso en necesidades reales para muchas personas, cuyas mentes sólo se alimentan [… ] de cambios súbitos y de estímulos permanentemente renovados. Ya no toleramos nada que dure. Ya no sabemos cómo hacer para lograr que el aburrimiento dé fruto. Entonces, todo el tema se reduce a esta pregunta: ¿la mente humana puede dominar lo que la mente humana ha creado?”

Soltar los idílicos principios de perfección; dejar de llenar de forma “liquida” los vacíos que propone el consumo exacerbado, y entender que somos la última generación que puede salvar al mundo, son las únicas luces al final de esta historia.

Fotos: Portada, Lance Grandahl; Foto 1, Antoine Giret; Foto 2, Volodymyr Hryshchenko; Foto 3, Markus Spiske, tomadas de Unsplash.

Coordinadora Editorial de Hojas de Inspiración. Licenciada en Comunicación Social,…

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