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Somos lo que comemos: El llamado de la Soberanía Alimentaria

El activista argentino Marcos Filardi revela el entramado agroindustrial de la producción de alimentos. Una invitación a tomar conciencia sobre el acto de comer.

En el acto íntimo de alimentarnos están implícitos la tierra, las manos que cultivaron, el transporte, la industrialización, los negocios, la geopolítica y, por supuesto, los modos de vida. En este artículo, Laura Becerra Ortiz dialoga con el fundador del Museo del Hambre. Exploran la complejidad de la agroindustria y el paradigma de Soberanía Alimentaria, como un camino.

Marcos Filardi nació en la Capital Federal en 1979. A los cinco años, mirando la televisión observó imágenes de la histórica hambruna etíope, donde murieron un millón de personas por no tener qué comer. Desde allí nada fue igual para él. El creador del Museo del Hambre es uno de los defensores de la Soberanía Alimentaria. En nuestro diálogo comparte sus ideas sobre el paradigma del buen vivir en contraposición al agronegocio y cómo podemos llevar conciencia al acto cotidiano de alimentarnos.

Estudió abogacía para tener herramientas de cambio social. Se dedicó de lleno a los derechos humanos y específicamente al ámbito de la alimentación. Pero esas imágenes de la infancia lo seguían impactando. Por ello, en 2006 comenzó un recorrido que llamó “El viaje del Hambre”, donde conoció dieciocho países de África y Asia en busca de algunas respuestas. A su regreso a Argentina, recorrió distintas regiones de su país con el objetivo de sentir la problemática y observar las respuestas de las comunidades. Sobre este periodo de exploración e investigación, Filardi afirma:

Hubo intentos de respuestas y muchas más preguntas. Volví con el concepto de seguridad alimentaria, que plantea cómo hacer para que el alimento llegue a todas las personas, pero una vez aquí [en Argentina], fue Miryam Gorban quien me habló del paradigma de la soberanía alimentaria. Se trata de un concepto mucho más profundo, introducido por la Vía Campesina en 1996. Así empecé a entender de qué se trataba y me volví un fiel defensor de ese paradigma.

Laura Becerra Ortiz: ¿Cómo está estructurado en la actualidad el modelo agroindustrial que nos alimenta?

Marcos Filardi: Existe un sistema claramente hegemónico y dominante a nivel mundial. En Argentina, se producen commodities bajo la forma de monocultivos destinados centralmente a la exportación. En el ‘cuello de botella’ están quienes comercializan los insumos (semillas, agrotóxicos, antibióticos, maquinaria agrícola), quienes monopolizan la comercialización mundial de granos y oleaginosas, la industria alimentaria y los hipermercados y supermercados.

Luego, la industria alimentaria aparece con ocho empresas principales, que toman esas materias primas y las procesan agregándoles azúcar, sal, grasas y aditivos. Por su parte, en la industria química, los paquetes tecnológicos dominantes: semilleras, agrotóxicos y transgénicos han realizado grandes fusiones de firmas que hoy son cuatro, ellas monopoliza la producción y comercialización de los insumos utilizados para la producción en el modelo dominante. Ellas definen qué se planta, cómo, con qué calidad y a qué precio.

Además las farmacéuticas forman un circuito cerrado: empresas líderes a nivel mundial en venta de agrotóxicos, probables cancerígenos, y a su vez, líderes en la venta de medicamentos de quimioterapia. En este segmento también están los antibióticos y antivirales que se usan principalmente y de manera intensiva en la producción ganadera.

Además, se trata de un modelo petróleo-dependiente, porque en cada eslabón hay grandes cantidades de gas y petróleo. Y también, esta industria está cada vez más enlazada con la de la información y la comunicación.

Por último, aparecen los bancos y grandes compañías financieras que especulan y financian. Hoy la tierra y las semillas son activos financieros y el agua cotiza en bolsa. El agronegocio tiene por objeto ir donde está la demanda solvente, no busca alimentar.

En Argentina, por ejemplo, se usan más de 600 millones de litros-kilos de agrotóxicos por año y esas cantidades están presentes en el agua que bebemos, en el aire que respiramos y en todos los alimentos que comemos. Existen evidencias que demuestran problema de salud asociados: cánceres, problemas endócrinos, cerebrales, abortos espontáneos, trastornos de fertilidad, problemas en la piel, malformaciones, daños genéticos.

Por otro lado, los alimentos ultraprocesados, con grandes cantidades de azúcares, sales, aditivos, también son grandes generadores de enfermedades y, a su vez, todo este sistema nos somete a resistencias bacterianas, porque no hay eficacia antibiótica por los medicamentos que se aplican al alimento (en carnes, lácteos, etc.). En este punto vale la pena mencionar que en la producción industrial de carnes está el caldo de cultivo de las zoonosis, tan vigentes hoy con la pandemia.

La Soberanía Alimentaria busca poner el foco en la agricultura familiar campesino-indígena; los pescadores artesanales y los pastores tradicionales, que aún hoy (pese a los problemas de acceso al agua, la tierra y las semillas) producen el 80% de los verdaderos alimentos a nivel global y el 60% en Argentina”.

¿Cuál es el planteamiento de la Soberanía Alimentaria como alternativa?

Se trata de un paradigma que se contrapone y que entiende la existencia de otros modos de producir nuestros alimentos en armonía con la naturaleza y los seres. Plantea la agroecología en la que se engloban distintas formas de verdadera cultura agrícola. Aquí encontramos la biodinámica, la permacultura, la agroecología extensiva y ancestrales. Modos de ser, estar y habitar la naturaleza, de producir nuestros alimentos viendo a la naturaleza no como algo ajeno sino como parte, trabajando junto con ella.

Por otro lado, busca poner el foco en la agricultura familiar campesino-indígena; los pescadores artesanales y los pastores tradicionales, que aún hoy (pese a los problemas de acceso al agua, la tierra y las semillas) producen el 80% de los verdaderos alimentos a nivel global y el 60% en Argentina.

En la distribución, la Soberanía Alimentaria propone la actuación de la economía social y popular, estimular la producción local para abastecimiento local y permitir el acercamiento virtuoso entre el productor y el comensal para que se puedan conocer a través de ferias, comercialización directa, mercados de proximidad, cooperativas de consumo. Genera un acceso al alimento de calidad a un precio justo para el productor que le permite una vida digna.

El tercer aporte es una invitación a pensar nuestros bienes comunes naturales: tierra, agua, semillas, alimentos. En manos de quién se ponen y al servicio de qué. La tierra es fundamental para este sistema y por eso pide una reforma agraria integral, para que esté en manos de quien la necesite y la trabaje en armonía con la naturaleza. Que sea un verdadero derecho humano. Este es un tema central para la soberanía alimentaria.

La soberanía alimentaria como paradigma entiende que somos naturaleza: somos agua, somos aire y somos el alimento que comemos. El último punto es la ciencia digna, la que plantea un diálogo de saberes con los pueblos originarios y saberes de las campesinas y los campesinos, que son quienes parecen tener la llave para sacarnos del entuerto donde estamos metidos. Estamos hablando de un paradigma verdaderamente revolucionario.

“Quienes tenemos la fortuna de comer todos los días debemos ponernos a pensar en el alimento, podemos convertir ese acto en un acto político. Qué nos llevamos a la boca en la próxima comida, quién lo produjo, cómo, cuál es su cadena de producción y distribución hasta que llega a nuestra mesa”.

Frente a este panorama, ¿qué podemos hacer nosotros como consumidores?

Cada vez hay más disposición para construir el buen vivir en los territorios. En Argentina, ya hay 100 mil hectáreas agroecológicas y muchas organizaciones campesinas están transitando su proceso hacia la Soberanía Alimentaria, organizándose para trabajar sus tierras de otro modo. Existen colonias de abastecimiento como la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT), hay ferias y cooperativas. Estamos ya construyendo la Soberanía Alimentaria.

La salida es colectiva sin dudas, debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance: generemos la necesidad de discutir estos temas en cada lugar. Pongamos el cuerpo para demandar políticas públicas, porque el Estado está tironeado por los intereses económicos.

Quienes tenemos la fortuna de comer todos los días debemos ponernos a pensar en el alimento, podemos convertir ese acto en un acto político. Qué nos llevamos a la boca en la próxima comida, quién lo produjo, cómo, cuál es su cadena de producción y distribución hasta que llega a nuestra mesa. Somos lo que comemos y es mucho lo que está en juego en ese evento tan íntimo que es cómo nos alimentamos. Ya poner luz sobre esto es un gran camino y es en defensa propia que nos hagamos estas preguntas.

Museo del Hambre 

Marcos es el fundador de este espacio en el barrio San Cristóbal, que se presenta como: “centro de lucha por la soberanía alimentaria. Un punto de convergencia, de encuentro y de reunión de todxs los que venimos luchando por la soberanía alimentaria de nuestros pueblos desde distintos ámbitos.

Este Museo pretende ser, también, una unidad del buen vivir, donde podamos compartir experiencias y herramientas para caminar, colectivamente, hacia la realización de la soberanía alimentaria y el bienestar de nuestros pueblos”.

Su lema es:  “El hambre, sólo en un Museo”.

Créditos fotográficos: Portada y foto 1: Cortesías del entrevistado. Foto 2 y 3: Laura Becerra Ortiz. Instagram: lbofotografiagastronomica

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