Volver a casa: El arte de encontrarse a sí mismo

Volver a casa. Volver a vos mismo. Encontrarte en ese lugar tan olvidado, tu interior. Todos queremos convertirnos en el amor de nuestra propia vida, pero ni siquiera tomamos unos minutos al día para frenar, conocernos, nutrir la relación con nosotros mismos y preguntarnos: “¿Quién soy?, ¿qué quiero?, ¿hacia a dónde quiero ir?, ¿con quién? ¿cómo quiero vivir?, ¿cuáles son mis recursos? o ¿qué hay en mi interior?”

Me gusta pensar la vida como un viaje. Donde el paisaje va cambiando según nuestro estado de ánimo, vivencias, contextos, dolores y alegrías.

Cambian los colores de la pintura de la vida según como interpreto lo que me sucede. Cambia el clima si me quedo anclado en algunas emociones. Si es el dolor habrá encima mío nubes negras; en la nostalgia aparecerá arcoíris; en la alegría, el sol asomándose, y en el alivio, podremos pintar con otros colores la llegada de un nuevo día.

En ese viaje llamado “vida”, los conductores somos nosotros. Nosotros somos quienes elegimos la intensidad y velocidad con la que hacemos el proceso. Cuándo avanzamos y cuándo frenamos.

Volver a vos se trata de esto, de mirarte con el amor y la compasión necesarias para tolerar tu vulnerabilidad, para saberte imperfecto.

Dentro del proceso de vivir, uno de los grandes secretos es tomar conciencia de la incidencia del tiempo en nuestro sufrimiento. Es allí cuando comprendemos que el futuro no existe; es un invento de la mente para disminuir los riesgos de lo incierto. El pasado es pasado, sólo un recuerdo que a veces usa nuestra mente para atarse a algo ausente. Cuando comprendes e internalizas que sólo existe el presente, el hoy, lo que hoy soy, es el primer paso para la construcción de tu paz interior.  

Volver a vos se trata de esto, de mirarte con el amor y la compasión necesarias para tolerar tu vulnerabilidad, para saberte imperfecto. Y desde esa imperfección verte como un todo, con luces y sombras, con cielos y con infiernos, con altos y bajos. Desde esos dos polos, volver a casa significa aprender a construir los grises, los matices y los medios, sin aferrarte a etiquetas limitantes en tu crecimiento personal.

A veces, el motivo de nuestro sufrimiento es que en ese camino nos perdemos, nos olvidamos de nosotros. Entonces desechamos los anhelos que alguna vez tuvimos y sentimos la frustración de nuestras expectativas. Dejamos de preguntarnos cosas y nos acomodamos en la incomodidad. Incluso, muchas veces nos quedamos quietos y paralizados frente a lo displacentero. Como si ese fuera nuestro pequeño mundo interior. 

En otras ocasiones, el sufrimiento es la casa donde habitamos. Y sin reclamos nos quedamos a vivir allí. Apretamos el botón del piloto automático, donde la vida pasa por el costado. Sin replanteos, sin recalcular. Anestesiados. Como si al interior no se lo cultivase y no necesitara de un cierto cuidado, de un cierto alimento. Y aparece el desgano, el vacío, el aburrimiento. Estás desencontrado con vos mismo. Y es tanta la distancia que ya ni siquiera sabes como volver a vos mismo.

No pueden entrar experiencias nuevas si las viejas ocupan todo el espacio. Tendremos que vaciarnos de aquel que creíamos ser, para encontrarnos con quienes somos hoy.

Nos convencemos de que somos actores secundarios en nuestra vida. O que somos los extras y no decidimos nada. Pero la vida, aunque nos tapemos los ojos, es una obra de arte. Está esperando que cantemos nuestra mejor canción, hagamos nuestra mejor destreza y juguemos el juego de vivir. Nos quiere allí, viviendo. No desea que estemos quietos, nos quiere en movimiento. Para esto tendremos que desaprender miedos, limitaciones, creencias, prejuicios, expectativas. Tendremos que despertarnos.

No pueden entrar experiencias nuevas si las viejas ocupan todo el espacio. Tendremos que vaciarnos de aquel que creíamos ser, para encontrarnos con quienes somos hoy. Quien habita en tu casa hoy día, ni mañana ni ayer. Hoy.

No esperemos, como dice el budismo, a los tres mensajeros: “la muerte, la enfermedad o la vejez”, para replantearnos quiénes somos. ¡Hacelo por el placer de construir tu bienestar! No postergues más, construí la vida que quisieras vivir de adentro hacia afuera. Que tu interior sea coherente con tu exterior. Construí una casa tan maravillosa para que quien pueda entrar en ella quiera quedarse y co-habitarla con vos. Construí tu paz.

5 pasos para empezar a volver a casa

1. La decisión:  No hace falta que viajes a la India, el viaje es hacia vos mismo. Es decidir encontrarte.

2. El hábito: Durante un mes, todos los días haz una acción que realmente te guste. Tu pequeño mimo diario.

3. Las emociones: Aprende a higienizar las emociones. Esto quiere decir darte cuenta de que las emociones que a veces sentís son tan intensas que escapan de tu control. Escribí cómo podrías moderarlas y disminuir la intensidad.

4. El diálogo: Cuando hablas con vos mismo, ¿qué cosas te decís? Distinguí y eliminá los diálogos negativos. Estos son gotas de veneno que contaminan la mente y la autopercepción, aun si no te das cuenta.

5. Las preguntas: El arte de autopreguntarse es una gran manera de conocernos:

El proceso inicia en el primer paso, en la pequeña acción cotidiana. Comienza en la tolerancia a la incomodidad por hacer algo distinto, para que con el tiempo estemos en un lugar diferente. Estamos desesperados por sentirnos mejor, y no nos damos cuenta de que se nos ha dado todo en esta vida para poder ser lo más felices posibles. Pero sobre todo, que eso que llamamos “felicidad” se encuentra dentro tuyo, en tu casa. Volvé a vos, te aseguro que no te vas a arrepentir.



Créditos fotográficos: Portada: Ales Krivec; foto 1: Elisa Photography; foto 2: Kurt Liebhaeuser. Tomadas de Unsplash.

Salir de la versión móvil